Esencias durante tres días de trabajo con el Cuerpo Oficial de Bomberos de Armenia
Cada llama que se enciende, es una existencia que depende. Y depende de esos hombres que juraron dar sus vidas por la subsistencia de quienes se encuentran en peligro. “Viva Colombia” gritan durante la mañana. "Alarma Bomberos" pregonan durante las noches.
El recorrido hasta La Patria siempre puede estar lleno de paradigmas y de misterios, pero durante cada noche esos misterios no permanecen ocultos. Dormir en casa ajena a la espera de una llamada de peligro, sonaría estoicamente imprudente o neciamente gallardo, pero quería estar preparado al escuchar el timbre de pretexto. Salir con mi único equipo de protección: una hoja de papel, algo para escribir y una camarita roja.
Las noches se admitieron como aburridas dentro de cada cuarto de la Estación, de hecho, lo suelen ser muchas noches y más cuando el peligro ha decidido dormir bajo la luna. Pero dentro de cada muro florecen los recuerdos de esos amigos y compañeros que vieron sus llamas apagar durante una tarde de lunes nublado. Ellos, son los guardianes que durante 10 años han rondado cada pasillo de la Estación.
Detallando cada fragmento de una hoja de papel a medio llenar, se percibe un ambiente de tensión entre las paredes y las máquinas de la estación. Tres timbres provenientes de “comunicaciones” anuncian la salida de la ambulancia. Sin fluctuar ni amagar, la máquina lucha contra el viento, le grita con sus chillonas sirenas a la ciudad. Abran paso.
Cada llamada a la “central” excita la línea 119. Burlas, estafas, destemplanzas y demás adulaciones perturban día y noche la esencia del bombero de turno en la cabina del segundo piso, aquella con vista privilegiada al “camello” de turno en esta ciudad. Cada llamada, tan fatal como la extinción de esa llama que por 86 años iluminó el faro de esta aldea.
No existieron llamas al inicio ni al final. Solo se originó una larga trayectoria desde un cuarto lleno de cascos, chaquetas, botas y tanques extintores hasta la vida de un grupo de hombres que durante los días A, B, C, y los días de lluvia y sol, adoptan al peligro como su fuente de trabajo y lo encierran en una alberca para que no logre fracturar la existencia de esta ciudad.
Así viven los bomberos de la Ciudad Milagro de Colombia. Grandes ciudadanos que sin importar las dificultades de la vida encienden sus llamas para preservar la existencia humana. Galardonados para ser los mejores en su trabajo y para siempre tener presente en sus mentes la seguridad del que se encuentre en peligro.