Miguel Yi Choy es brigadier del Cuerpo de Bomberos Voluntarios, jefe de la IV Comandancia Departamental Lima-Centro. También fue una víctima más del incendio: sus dos locales de venta se consumieron a totalidad y perdió, estima, casi un millón de dólares. De lo que nunca podrá recuperarse, asegura el comandante, es de la pérdida de Tomasa Calderón, su amiga y trabajadora quien no pudo escapar de las llamas. Aquella noche, unos 200 bomberos acudieron a sofocar el incendio, recuerda Yi Choy que el número de voluntarios era muy poco y que la falta de agua fue uno de los grandes problemas en ese momento. (Foto: Hugo Pérez / El Comercio)
Por cada segundo que pasaba, la detonación de cohetes y bengalas se hacía más estruendosa. Los silbidos de los pirotécnicos y los gritos de la gente que al mismo tiempo corría desesperada por toda Mesa Redonda se confundían en la caótica noche. No era Navidad y tampoco iniciaba el nuevo año: era 29 de diciembre del 2001 y el cielo iluminado de colores lo provocó el encendido irresponsable de fuegos artificiales, el mismo que causó la muerte de 279 personas.
Desde entonces han transcurrido 15 años. Los locales comerciales de los jirones Cuzco, Andahuaylas y Puno ya no son los mismos, pero los recuerdos de algunos personas que, por diferentes circunstancias les tocó vivir esa pesadilla de fuego, siguen intactos.
Fue un sábado, rememora María del Pilar Peralta Ramírez, en ese entonces fiscal antiterrorismo. Estaba de turno, asumió el caso y trabajó casi dos días para el levantamiento de los cadáveres.
Desde su escritorio de la Av. Abancay, la doctora retrocede en el tiempo y relata que a las 9 p.m. ingresó a la zona afectada, pero que los bomberos la obligaron a retirarse porque el lugar aún era peligroso. Recién a las 5 a.m. del día siguiente pudo iniciar sus labores.
La imagen más perturbadora que habita en su memoria es la de los padres carbonizados abrazando a sus hijos. A la fiscal se le quiebra la voz y los ojos se le humedecen. Hace un pausa porque el llanto la impide continuar con la entrevista.
Miguelina Torres vivía y trabajaba como costurera en Mesa Redonda. Nació en Iquitos hace 92 años y vivió en Mesa Redonda durante 22. Aunque no recuerda la dirección exacta, doña Miguelina había montado un taller de costura en la zona afectada. “Yo trabajaba en alta costura. Hacía muchos vestidos hermosos”, subraya orgullosa. Cuando recuerda el incendio, llora como una niña porque cree que un milagro la salvó. “Cuando me dijeron que todo se quemaba, me encerré en mi cuarto y me desmayé, me sacaron de ahí y ahora estoy aquí, viva”, comenta desde el albergue municipal María Rosario Aráoz, donde vive desde hace 10 años. (Foto: Nancy Chappell / El Comercio)
Una de las sobrevivientes fue Miguelina Torres Narvaez, de 92 años. Ella vivía en una de las casonas de Mesa Redonda y al enterarse del incendio, se desmayó y no recuerda quien la rescató. La mujer asegura que solo un milagro la salvó de morir ese 29 de diciembre
—Pérdida irreparable—
Miguel Yi Choy es dueño de un par de tiendas en Mesa Redonda desde hace 30 años pero también es bombero y actualmente es el jefe de la IV Comandancia Departamental Lima.
El día del incendio, él retornaba del sur junto a su familia. A mitad de camino le avisaron que sus dos locales se estaban quemando. “Estaba sin uniforme pero me dejaron entrar. Lo único que quería saber era que todos mis trabajadores estaban bien”, dice Yi.
Toda esa noche buscaron a las 15 personas que laboraban con Yi Choy. Solo rescataron a 14, entre ellos habían varios heridos, pero Tomasa Calderón, la cajera del negocio, no pudo salvarse. “Ese incendio ha marcado mucho mi vida. Las cosas materiales se recuperan trabajando, pero la vida de Tomasa terminó ahí”, comenta apenado.
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