A 30 AÑOS DEL RESCATE DE JESSICA McCLURE: LAS 58 HORAS EN LAS QUE EL MUNDO CONTUVO EL ALIENTO

[CREADOR DE LA RED]

El rescate de Jessica McClure. La foto de Scott Shaw que ganó el Pulitzer. (Archivo)

A 30 años del rescate

El caso Jessica McClure: las 58 horas en las que el mundo contuvo el aliento

Una beba atrapada en un pozo, durante dos días y medio, inauguró hace tres décadas la era de los dramas televisados absorbentes y extenuantes.

Guillermo dos Santos Coelho

Jessica McClure jura hasta hoy, ya cerca de cumplir 32 años, que no tiene recuerdos de primera mano. Dice que sólo algunas pesadillas, de tanto en tanto, le hablan de las 58 horas en las que el mundo contuvo el aliento por ella. Horas que llevaron a un presidente estadounidense a afirmar que todo americano era padrino y madrina de “Baby Jessica”. Horas de un extenuante y absorbente “milagro” televisado, con un impacto cultural que fue desde la CNN y Michael Jackson hasta Los Simpson.

Hasta el 14 de octubre de 1987, Jessica McClure era sólo un bebé más en una familia estadounidense con problemas. Vivía con sus padres adolescentes en Midland, una pequeña ciudad de Texas, un estado por entonces apaleado por la crisis del petróleo.

Jessica McClure. (Imagen de TV)

Ese día por la mañana, con algo más de 18 meses cumplidos, Jessica jugaba con otros nenes en el patio de una tía. La cuidaba su mamá, Reba, de 17 años. Pero en un momento la joven entró a la casa a responder un llamado. Cuando volvió a salir segundos después, y alertada por gritos de los chicos, su hija no estaba.

Nunca se supo con detalle cómo, porque la familia juró que estaba tapado con una piedra enorme, pero Jessica tropezó con un pozo de agua abandonado. Y cayó en ese agujero de 20 centímetros de diámetro, resbalando por el hueco fangoso. Cuando el cuerpo se detuvo, estaba casi siete metros debajo de la superficie.

Reba llamó horrorizada a la Policía y al papá de la nena, Lewis, de 18 años. Los primeros oficiales en llegar intentaron calmar a la familia: escuchaban los quejidos de la beba y creyeron que podían liberarla en minutos. Estaban equivocados.

Policías y bomberos diseñaron un plan sencillo: perforar un pozo paralelo y luego un canal hacia donde yacía la nena. Pero alrededor de Jessica no había tierra blanda sino piedra dura.

Con el correr de esas primeras horas, dos fenómenos imparables crecieron a la par. Por un lado, decenas de trabajadores locales de la industria petrolera, en su mayoría desempleados, se acercaron a dar una mano con sus herramientas. Por el otro, la cámara de la TV local que fue la primera en llegar pronto tuvo compañía. Y los lentes apuntando al pozo se sumaron por decenas.

Mientras algunos rescatistas bombeaban oxígeno, otros mantenían la comunicación con la beba, que lloraba, gemía o –alentada por los trabajadores- cantaba canciones de cuna. “Nunca voy a olvidar cómo cantaba la canción de Winnie, the Pooh”, diría después uno de los detectives.

Desesperación durante el rescate de Jessica McClure. (Imagen de TV)

A la mañana siguiente, el pozo paralelo estaba terminado, pero el puente entre ambos agujeros se complicaba porque los martillos perforadores estaban diseñados para perforar hacia abajo, no a los costados. Llevaron a un ingeniero en minas para supervisar el trabajo. Después de horas de silencio, Jessica volvió a emitir sonidos, así que se redobló el esfuerzo.

A esa altura, pasadas 24 horas, el caso era una virtual cadena nacional en la TV estadounidense y se esparcía por el mundo. El público ya había probado el sabor del drama en vivo unos meses antes, con la explosión del transbordador Challenger, pero quedó conmovido con el largo aliento. La CNN transmitió segundo a segundo y fue el gran espaldarazo que coronaría un tiempo después con la Guerra del Golfo.

El túnel lateral para conectar ambos pozos fue completado cuando Jessica llevaba 45 horas atrapada. Para entonces, sin agua ni comida, cada minuto contaba. Millones se mantenían pegados a las pantallas y muchos hicieron llegar miles de dólares en donaciones.

Ron Short, un techista que había nacido sin clavículas por una disostosis cleidocraneal, se ofreció como voluntario para intentar llegar a Jessica. Parecía el candidato ideal: por su enfermedad, podía llevar los hombros a la línea media del cuerpo y trabajar en espacios muy reducidos. Pero la oferta no prosperó.

Tras varios intentos fallidos, el elegido fue Robert O’Donnell, un paramédico del Departamento de Bomberos de Midland. Mientras arrojaba gelatina de petróleo para favorecer el deslizamiento, superó la claustrofobia centímetro a centímetro hasta que llegó a Jéssica. Primero intentó acercarla tirando de una pierna, pero la nena gritó y se retrajo.

Tardó más de 20 minutos, bajo la opresión de toneladas de piedra alrededor, en sacar a la beba al pozo de rescate. Fue a las 19.56 del 16 de octubre, hace hoy 30 años. O’Donnell salvó la vida de Jessica pero, giro cruel, al mismo tiempo comenzó a perder la propia.

Cuando la beba emergió del pozo en brazos de un rescatista, cubierta de barro, el estallido de júbilo recorrió a los trabajadores que durante más de 50 horas habían vuelto a sentirse útiles y a los millones que lo seguían en el drama televisado. Sin huesos rotos, pero deshidratada y con gangrena en su pie derecho, Jessica fue llevada al Midland Memorial Hospital.

Debió pasar por el quirófano 15 veces, parte del pie fue amputado y una enorme cicatriz en la frente quedó como marca palpable de su drama. Pero sobrevivió.

“Todos en América se convirtieron en padrinos y madrinas de Jessica”, dijo el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. Su sucesor, George Bush, la recibió en la Casa Blanca. La CNN aprovechó el envión de la cobertura, a despecho de quienes criticaban de “circo mediático”, e inauguró el seguimiento de un caso las 24 horas. Imágenes esperanzadoras del rescate llegaron hasta el video de Michael Jackson de su canción “Man in the mirror”, lanzado cuatro meses después. Uno de los más populares y festejados episodios de Los Simpson, Radio Bart, tomó como eje argumental el caso de Jessica McClure.

Robert O’Donnell, el hombre que sacó a la beba, se convirtió en un héroe nacional. Pero cuando pasó la efervescencia por el caso, volvió al anonimato. Nunca superó el estrés postraumático del rescate ni la montaña rusa emocional de la gloria y el olvido. Se suicidó en 1995.

Jessica McClure vive una vida normal, todavía en Midland. En 2011, cuando cumplió 25 años, pudo acceder al fondo fiduciario que se creó durante el drama para ayudarla: si bien se recaudaron 1.200.000 dólares, la crisis de los mercados en 2008 le dejó sólo 800 mil. Se casó a los 19 y hace poco se divorció. Tiene dos hijos, Simon y Sheyenne. Y no recuerda nada de las 58 horas en las que mantuvo al mundo en vilo.

Jessica McClure, este año, en una producción de la revista People.

FUENTE: CLARIN