Luis Quevedo (@luis_quevedo), director del programa C.S.T. (Ciencia, Salud y Tecnología) @CstNTN24 de la cadena de televisión NTN24, me ha entrevistado hoy en relación a la combustión humana espontánea (el vídeo ya está disponible). No soy experto, pero ha leído una de las entradas de mi blog. Quizás también ha influido que le dije que mi grupo de investigación se dedica a la combustión computacional en reactores químicos heterogéneos (aunque nosotros no hacemos experimentos de laboratorio, sólo simulamos por ordenador). La brevedad de la entrevista me ha impedido explayarme, pero quizás mejor así, ya sabéis que lo breve, si …
La combustión “espontánea” humana no es espontánea, requiere una fuente de calor externa al cuerpo que provoque la ignición de la grasa subcutánea, por ello los expertos prefieren hablar de combustión sostenida por la grasa humana. El término lo introdujo D. John Gee, “A case of “spontaneous combustion”,” Medicine, Science, and the Law 5: 37-38, 1965 [PubMed], quien realizó experimentos con ropa mojada en grasa de cerdo filetada con piel de cerdo.
El cerdo de esta fotografía, vestido con una camisa de algodón y poliéster, fue utilizado en los interesantes experimentos realizados por John D. de Haan (Instituto de Criminalística de California, en Sacramento) y varios colegas. Estos cerdos vestidos se utilizaron como modelo animal para la combustión del cuerpo humano en los artículos de J.D. de Haan, S.J. Campbell, S. Nurbakhsh, “Combustion of animal fat and its implications for the consumption of human bodies in fires,” Science & Justice 39: 27-38, 1999 [pdf gratis], y J.D. de Haan, S. Nurbakhsh, “Sustained combustion of an animal carcass and its implications for the consumption of human bodies in fires,” Journal of Forensic Sciences 46: 1076-1081, 2001 [pdf gratis]. Más artículos de De Haan en Fire-Ex Forensics
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Este figura muestra el experimento de otro experimento en el que se colocó un cerdo cubierto por una manta en una plataforma de madera contrachapada recubierta de moqueta. Se impregnó con gasolina la manta a la altura del hombro y se prendió (ignición). La combustión de la gasolina fue intensa pero muy rápida, duró apenas unos 4 minutos (el pico a casi 300 kW se produjo a los 60 segundos). Esta combustión permaneció localizada y rasgó la piel del animal hasta liberar grasa subcutánea licuada que impregnó el resto de la camiseta.
La combustión en lugar de apagarse (bajó a menos de 50 kW), provocó la combustión de la manta, que acabó con un nuevo pico alrededor de los 20 minutos, que decayó de forma más lenta (hasta unos 100 kW). El nuevo fuego atravesó todo el cuerpo del animal hasta llegar a la moqueta sobre el que estaba colocado que provocó un nuevo pico (a los 85 minutos) aunque mucho más corto. A partir de este momento la combustión continuó durante horas (el experimento duró 6 horas), aunque con una llama mucho menos intensa (entre 60 y 80 kW), sostenida gracias a la ropa empapada en grasa del animal que actuó como una mecha (o como la cera de una vela); por ello a este fenómeno se le llama “efecto mecha” (o “efecto vela”). Toda la zona del cerdo cubierta por la ropa quedó completamente calcinada, sin embargo, la madera de la plataforma sufrió pocos daños y a medio metro del cerdo estaba intacta.
Estos experimentos demuestran que aunque para quemar la grasa subcutánea (humana o porcina) se requieren temperaturas superiores a 200 ºC, el “efecto mecha” permite una combustión larga y sostenida durante horas a temperaturas entre 24 y 50 ºC, cuyo efecto sobre el mobiliario y el entorno es muy pequeño. De hecho, en muchos casos (como el mostrado en esta fotografía ocurrido en Ginebra, Suiza, en 2006) las extremidades sufren muy pocos daños (en este caso los calcetines, zapatos y pies quedaron intactos). La razón es que el “efecto mecha” actúa donde hay contacto entre la ropa impregnada por grasa humana y el propio cuerpo. Como la mayor cantidad de grasa se encuentra en el abdómen y en la pelvis, las zonas más alejadas (como los pies) quedan casi intactas.
Esta imagen está extraída del artíc*** de Cristian Palmiere, Christian Staub, Romano La Harpe, Patrice Mangin, “Ignition of a human body by a modest external source: A case report,” Forensic Science International 188: e17–e19, 2009. Recomiendo consultar también un buen resumen en S. Gromb, X. Lavigne, G. Kerautret, N. Grosleron-Gros, P. Dabadie, “Spontaneous human combustion: a sometimes incomprehensible phenomenon,” Journal of Clinical Forensic Medicine 7: 29-31, 2000 (para datos más antiguos, M. Thomsen, “Spontaneous human combustion,” Burns 5: 54-59, 1978).
En resumen, el abuso de la palabra “espontánea” se debe a que la fuente de calor que provocó la ignición queda calcinada, pero la ausencia de evidencia debe interpretarse como una evidencia de que existió (la causa más común de la ignición es una colilla, una cerilla o una fuente de calor cercana, como una chimenea). Lo supuestamente “mágico” del asunto se debe a que ciertas partes del cuerpo (algunas extremidades), así como el mobiliario cercano, quedan casi intactos, mientras gran parte del torso queda reducido a cenizas, pero el “efecto mecha” lo explica sin problemas. En la mayoría de los casos se trata de personas obesas (aunque no siempre) y la causa de la muerte no es la combustión, sino un accidente cerebrovascular o similar; por ello no se suele encontrar hollín en la tráquea (si se conserva) y la sangre no contiene carboxihemoglobina (COHb), recuerda que la hemoglobina tiene una afinidad por el monóxido de carbono unas 210 veces mayor que por el oxígeno
http://francis.naukas.com/2013/12/10/shc-ntn24/
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