UN MEDIO WEB "EL COMERCIO" PUBLICO UN INTERESANTE ARTICULO SOBRE EL CONSUMO DE AIRE DEL BOMBERO FALLECIDO EN OVIEDO, MAS ALLÁ DE ALGUNAS INEXACTITUDES ES INTERESANTE VER COMO MOVILIZO ESTE ACCIDENTE LA CONCIENCIA SOCIAL DE LOS ESPAÑOLES SOBRE EL DESEMPEÑO DE LOS BOMBEROS DURANTE LOS INCENDIOS.
DATOS
30
minutos, de media, dura un equipo de respiración autónoma, 42 con la reserva. 'Cuni', el bombero herido consumía la quinta botella de aire cuando cayó.
400
litros al minuto suministra una boca de riego. Los hidrantes, que no se encontraron, hubieran aportado 1.000.
3.000
litros al minuto llega a gastar el cañón del brazo articulado.
Solo se conserva el testimonio de 'Cuni', que cayó al vacío entre 12 y 15 metros abajo. Ese quinto equipo de aire le salvó en los primeros instantes. Hasta que pitó por falta de aire limpio y reaccionó en busca de una salida entre los escombros, la polvareda y el humo. Se lo quitó y vio luz del motoventilador de sus compañeros, que se jugaron la vida entrando. Al menos una viga del edificio se cayó con el equipo dentro. 'Cuni' pasó probablemente los siete minutos más largos que recuerde hasta que le montaron en la camilla rumbo al Hospital Universitario Central de Asturias. A las 17.15 horas sacaron el cuerpo de Eloy.
Habían pasado las casi seis horas más televisadas y grabadas de los últimos tiempos en Oviedo desde que la centralita de Bomberos registró el aviso. Una alerta, en principio, menor: salía humo del segundo piso del 58 de Uría por un fallo eléctrico.
«Las llamas aparecían por distintos puntos y nunca se tuvo control del fuego»
«Allí todos asumieron riesgos, incluso Torres, que minutos antes trabajaba en la fachada»
De Rubín marcharon siete bomberos con un vehíc*** de primera salida autobomba y una autoescalera. Los agentes accedieron al interior -«los fuegos siempre se pagan desde dentro, nunca desde fuera», recuerdan fuentes del servicio-. El conductor bajó y comenzó a inspeccionar la red de agua. Las baldosas de la estética calle Uría, reformada durante la época de Gabino de Lorenzo, tapaban las señales. No aparecían ni bocas de riego ni hidrantes pese a que deberían de haberse identificado de un solo vistazo. Se pidió sin éxito a centralita la ubicación.
La autobomba aporta unos 2.500-3.000 litros al minuto. Las dos únicas bocas de riego encontradas dan un caudal de unos 400 litros al minuto, insuficientes para suministrarla. Un hidrante, 1.000. Por eso el brazo articulado de Uría, específico para incendios de naves o grandes fuegos, nunca se llegó a utilizar a plena capacidad. «Faltó agua», insisten las mismas fuentes, que consideran que, con el cañón lleno del brazo, a 'Cuni' y Eloy no les hubiera hecho falta bajar. «Esa presión arrasa con todo», explican. Una opinión distinta a la manifestada por el responsable del SEIS, José Manuel Torres, que no apuntó este extremo como un fallo. Las cámaras sí grabaron que mientras se recargaba, los agentes tiraban de manguera. «Todo eso va retrasando la actuación», valoran las fuentes consultadas. Unas dos horas y media después de detectarse el fuego, el servicio municipal llamó a Bomberos de Asturias para pedir ayuda.
Así creció el mayor incendio urbano de las últimas décadas. Prácticamente nadie de la plantilla, mermada en las dos últimas décadas, se había enfrentado a algo así. La salida de humo, además, les despistó. El incendio originado por un cortocircuito se propagó por el cielo raso de la segunda planta. Los falsos techos suelen tener diez centímetros de altura, esos eran más amplios. «El fuego aprovechó ese enorme hueco para propagarse, por eso aparecían llamas desde puntos distintos y nunca se tuvo un control real del fuego, que era muy difícil de apagar», añaden. De ahí pasó a Melquíades Álvarez, con quien comparte, pared con pared, tabiques.
Asumir riesgos
También se ha cuestionado en estos diez días si el número de efectivos era suficiente. Según han informado varias fuentes, varios bomberos de libranza se ofrecieron para trabajar y les dijeron «no hace falta». Otros pasaban por allí y se incorporaron sobre la marcha. Finalmente se llamó para reforzar a seis. «Se aumentó el dispositivo, pero nunca para dar relevos», aseguran.
Con el fuego propagado por los dos edificios, ambos se daban ya por perdidos. «Si había técnicos, nadie dijo 'cuidado, que va a caer'», lamenta las mismas fuentes. El acero pierde su resistencia a unos 500 grados. El incendio por entonces, registraría unos 1.000, según contó esta semana un subinspector jubilado del servicio. Torres, jefe del operativo, confesó que no lo vio venir: «En ningún momento pensé que el edificio fuese a colapsar. Pero se derrumbó».
'Cuni', con un año de experiencia en el servicio, consumía entonces su quinto equipo de respiración. Eloy, que formaba parte del SEIS desde 1992, no lo pudo contar. «Era un bombero de corazón que murió haciendo su trabajo. Allí todos asumieron riesgos, lo demuestra el propio jefe Torres, que minutos antes estaba trabajando en la misma fachada. La diferencia es que la de Eloy era la del recrecido y se desprendió», concluyen.
Fuente: http://www.elcomercio.es/
Arturo López.
El exsubinspector de Bomberos jubilado, Arturo López Álvarez, denuncia, en una carta que se reproduce bajo estas líneas, lo que cree una deficiente coordinación del incendió de la calle Uría. Culpa directamente al jefe de Bomberos, José Manuel Torres, y pide su cese inmediato.
López conoce bien el Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) de Oviedo. Accedió al mismo en 1978 y tras un breve paréntesis por en medio, se jubiló en agosto pasado. «Fue y sigue siendo mi segundo hogar», dice. El incendio de Uría, en el que perdió la vida el bombero Eloy Palacio, le duele como a un compañero más. Una vez analizado el escenario de los hechos, concluye que hubo una falta de agentes, de agua y de mando.
«La enorme carencia de personal», dice, fue «más que patente; donde debería haber ocho o diez bomberos con tres o cuatro líneas de agua se ve solamente a uno o dos con una sola línea, incluso, por momentos, ninguno ante la facha de Uría, 58 con las cuatro plantas en llamas».
A la escasez de manos, le añade la del agua y pone como ejemplo que el bombero fallecido y su compañero herido «tuvieron que, varias veces, esperar parados ocho o diez minutos en la cesta del brazo articulado mientras llegaba otra cuba».
La deficiente práctica fue tal que, a su juicio, los bomberos «no extinguieron el incendio» de Uría, «sino que se agotó el combustible», por lo que «es obvio que la cantidad de agua arrojada al fuego fue muy escasa en proporción a la del combustible que ardió».
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