A casi un año del siniestro que dejó 81 muertos en el penal de San Miguel, la fatídica Torre 5, donde se iniciaron las llamas, está vacía. Uno de los sobrevivientes del incendio revive esa noche, mientras se trabaja para borrar todos los rastros de la tragedia.
por Tamara Meruane / Foto: Pedro Rodríguez
Comenzó a entrar el calor por todos lados, y era tanto, que la televisión que teníamos se derritió completa. Sólo quedó la pantalla. Se derritió igual que un helado. Yo pensaba que me iba a morir y gritábamos '¡Oigan, abran la puerta, por favor!'. Para el otro lado veía cómo se quemaban mis amigos", dice Hernán Figueroa, uno de los cerca de 70 sobrevivientes del incendio en la cárcel de San Miguel que acabó con la vida de 81 reos, la madrugada del 8 de diciembre de 2010.
Dicen que después de esa noche todo cambió en el penal. Hoy, a casi un año de la peor tragedia carcelaria del país, la Torre 5, donde ocurrió el siniestro, se encuentra completamente vacía.
Para entrar a cualquiera de los cuatro pisos, subdivididos en un ala norte y sur, hay que ingresar por un pasillo ocre claro. En el suelo hay restos de colchonetas, ropa, papeles, mugre. Hay reos trabajando rítmicamente, vestidos con buzo o con jeans, barriendo y limpiando.
El jueves trasladaron a la Torre 4 a todos los reclusos de la 5. En el momento del incendio, en el penal había 1.924 internos. Actualmente quedan 1.108. Desde Gendarmería afirman que ya no hay hacinamiento en San Miguel.
El olor a orina llena el camino en la planta de la Torre 5. Para llegar al cuarto piso del ala sur -lugar exacto del incendio, provocado por un balón de gas utilizado como lanzallamas en medio de una riña- hay que subir una escalera como caracol. El alcaide Ricardo Quintana pide las llaves a un reo que trabaja haciendo ventanas de aluminio. El corre a pedirlas. Vuelve. Es un gran manojo con unas 30 llaves. Cada una abre un candado, pero no hay modo de identificar cuál. Todas son doradas y de igual tamaño. El alcaide se demora 10 minutos en encontrar la llave.
"No se podían abrir los candados. Sentíamos una presión muy grande porque no podíamos ayudar a los que estaban al frente. Veíamos cómo el fuego estaba en la reja y ellos se ponían ahí tratando de que alguien los ayudara. Lo único que queríamos era salir primero y poder ayudar a los funcionarios. Pero no se pudo hacer más porque el fuego avanzó muy rápido", recuerda Figueroa, pastor evangélico que se encuentra cumpliendo cinco años de condena por robo con intimidación y que presenció el incendio.
Antes de esa madrugada, era común que los reos cocinaran sus alimentos al interior de los módulos. Dicen que era parte de la estructura de poder en la cárcel. Los reos tenían balones de gas, cocinillas, refrigeradores, pero, además, frazadas colgando, biombos de material ligero que dividía cada camarote y ropa en el suelo. Todo, material altamente inflamable.
"Hoy, en gran parte de los centros penitenciarios de Gendarmería hemos procedido al retiro de balones de gas y aumentar las raciones alimenticias diarias. Como consecuencia de lo ocurrido en San Miguel ha habido más conciencia de la necesidad de hacer cambios, incluso por parte de la propia población penal. Lo que antes era impensado, que no se cocinara al interior de los penales, se pudo hacer sin gran problema incluso en la Penitenciaría", afirma Teodoro Ribera, ministro de Justicia.
En el cuarto piso de la fatídica Torre 5, la cerámica del baño está blanca aún, como instalada hace poco tiempo. También las mismas ventanas que apenas dejan pasar la luz cuando están abiertas: afuera hay un sol de verano; adentro, sólo penumbra.
"El fuego no se apagó. Los funcionarios trataron de sacarnos. Estábamos en el calor y el humo. Ya no se veían ni los candados ni las puertas, porque era puro humo. Fuego plomo y negro. No nos veíamos. Nos tocábamos entre nosotros, chocábamos en la pieza, tratando de respirar, y ya no podíamos hacer nada. No podíamos gritar, porque ya no teníamos voz. Tratábamos de respirar y era puro humo tóxico, como que tragáramos agua salada de mar. Yo me quedé sujetado de la ventana, fue la última respiración ya tratando de ayudar a mis amigos. No había bulla, no se escuchaba nada, no se oían más gritos", describe Figueroa.
Al momento del incendio, San Miguel se encontraba hacinado. Hoy el Centro Penitenciario Femenino (CPF) también lo está. Se habilitó para 900 mujeres y alberga a 2.200. Por eso, el próximo 5 de diciembre se van a trasladar 192 imputadas -preferentemente primerizas- a la Torre 5 de San Miguel. "Van a venir a vivir mujeres a raíz de los grados de hacinamiento y sobrepoblación que vive la población femenina en el CPF de Santiago. Van a tener una serie de servicios y se les entregará una atención digna", afirma el alcaide Quintana.
Lentamente, la cárcel se irá transformando en un penal femenino, y los hombres serán trasladados a otras unidades. Por eso los reos, apenas salieron sus compañeros el jueves, comenzaron a limpiar y a barrer la torre. Tratando de borrar los rastros de la tragedia.
El alcaide Quintana sale al patio, mira el ala norte de la Torre 5 y observa cómo en las ventanas y en la paredes exteriores aún queda hollín del día del incendio. Mira a un gendarme, indica y le dice: "Vamos a tener que arreglar eso. No dejemos recuerdos de lo que pasó".
Fuente: http://diario.latercera.com/2011/11/13/01/contenido/pais/31-90326-9...
¡Tienes que ser miembro de LA HERMANDAD DE BOMBEROS para agregar comentarios!
Únete a LA HERMANDAD DE BOMBEROS