ARTICULO DE JUAN CARLOS CAMPAÑA
VOCAL DE INCENDIOS DE ASELF
SARGENTO DEL CUERPO DE BOMBE
Según un estudio de la National Fire Protection Association (NFPA), un incendio estructural tipo en los años 70, llegaría a su fase de Flashover, como media, en unos 14 minutos; actualmente este tiempo se ha reducido drásticamente hasta unos 5 minutos, debido principalmente al uso generalizado de materiales sintéticos y al empleo de sistemas constructivos que proporcionan una mayor aislamiento térmico y acústico.
Como resultado de estos cambios, los ambientes potenciales que se pueden desarrollar en el caso de un incendio estructural, crean en poco tiempo una atmósfera letal para cualquier persona que permanezca en este ambiente, sin un equipo de protección térmica y respiratoria adecuado. De hecho, muchos de los compuestos químicos que se desprenden de la combustión de estos materiales sintéticos (Acrolemia, fosgeno, cianuro….) fueron utilizados como armas químicas durante la 1ª guerra mundial. Cuando a estos compuestos se les añaden elevadas temperaturas, nos podemos enfrentar a daños para la salud que perduren en el tiempo.
Un dato estremecedor es que en USA las estadísticas de cáncer (de varios tipos) entre el colectivo de Bomberos, arrojan cifras superiores a la media nacional.
Con esto en mente, se impone la necesidad de revisar los enfoques estratégicos/tácticos empleados tradicionalmente para intervenir en incendios estructurales. Estos enfoques han estado basados fundamentalmente en la experiencia personal o colectiva, (no siempre correctamente analizada) y en principios tradicionales e históricos de intervención que, en muchos casos, no responden a las exigencias de nuestros días. Debemos encauzar nuestras actuaciones por medio de un sistema de toma de decisiones más reflexivo, basado en el profundo conocimiento de la dinámica ambiental de los incendios estructurales actuales, en el rápido reconocimiento y control de los riesgos y amenazas presentes y en el concienzudo y autocrítico análisis de nuestras intervenciones. La experiencia sin reflexión o evaluación es simplemente interesante, pero aporta poco.
Siendo consientes de que algún tipo de cambio es necesario, también lo somos de que el ser humano es tremendamente reacio a cambiar aquello que ha estado utilizando, con más o menos éxito, durante mucho tiempo. El análisis de este comportamiento nos puede ayudar a encontrar soluciones que faciliten el cambio o, cuando menos, propicien una actitud más abierta y receptiva.
Cuando como profesionales (o como personas), nos enfrentamos a un problema, situación o tarea que debemos resolver o sobre la que debemos tomar una decisión rápida, nuestro cerebro automáticamente busca en nuestro “banco de experiencias” situaciones vividas anteriormente y en las que se 2 tomaron decisiones que pudiesen ser aplicables a la situación entre manos. De esta manera nuestro cerebro no busca la solución óptima, sino una adecuada basada en la experiencia.
Evidentemente si esa experiencia no fue convenientemente revisada y reflexionada, puede llevarnos a cometer los mismos errores de forma repetitiva.
Intentar conscientemente hacerlo de otra manera, tomar una decisión de un modo más reflexivo, que quizás no coincida con lo que nos dice la experiencia, no es fácil y requiere un gran esfuerzo individual que nos puede generar sensaciones incómodas de ansiedad, inseguridad y nerviosismo.
Dado el descenso en el número de intervenciones en incendios estructurales que, en términos generales, se atienden hoy día, nuestras opciones de respuesta basada en la experiencia son menores. Desde mi punto de vista la solución pasa inevitablemente por una fuerte formación, tanto teórica como práctica, y el entrenamiento constante del profesional. Solo de esta manera podremos incorporar a nuestra memoria experiencias que, aunque vividas en contextos diferentes al de la intervención, y no tan “cristalizantes” o impactantes, nos pueden aportar en el momento adecuado una solución más óptima, razonada y reflexionada.
Por otra parte, cuando suceden accidentes en las intervenciones, o simplemente cuando algo no sale bien, tendemos a dar respuestas “reactivas”, elaborando procedimientos y normas para evitar que vuelva a ocurrir. La mayoría de las veces estas respuestas no impactan directamente en la raíz del problema, por lo que es muy posible que los errores se vuelvan a repetir.
Debemos buscar más profundamente y dar respuestas más “proactivas”, asegurándonos de que el bombero no solamente sepa lo que tiene que hacer y cómo hacerlo, sino, sobre todo, por qué lo tiene que hacer. Esto nuevamente implica formación, formación reglada, continua y de máxima calidad.
El reto debe centrarse en la determinación de qué cambios son necesarios en cada uno de los diferentes Servicios de Extinción, en función de los modos de trabajo, y en convencer y concienciar a nuestros responsables operativos y políticos de la importancia vital que tiene la formación constante y de calidad para nuestro personal. Ningún piloto militar basa su respuesta ante situaciones críticas solamente en las pocas (o ninguna) experiencias bélicas vividas. El entrenamiento continuo le permite reaccionar de manera optima e instintiva en situaciones en las que pueden existir vidas, que dependan de su habilidad para tomar decisiones rápidamente ¿No existe una verdadera similitud entre estos profesionales y nosotros?, ¿Por qué nosotros (o nuestros responsables) no nos tomamos nuestra formación y entrenamiento con la misma seriedad e intensidad?
PERCEPCIÓN SITUACIONAL.
Al hilo de lo anterior, uno de los temas sobre el que, en mi opinión, se debería formar concienzudamente al Bombero, es “la Percepción Situacional”. En su edición de Junio de 2011, la revista Fire Engineering, publicó un interesante artíc*** de Christopher Brennan sobre este tema.
Para trabajar con seguridad en los ambientes dinámicos y llenos de amenazas a los que nos enfrentamos, necesitamos estar formados para desarrollar la habilidad de mantener nuestra “Percepción Situacional” (PS).
Esta habilidad consiste en identificar, procesar y comprender los elementos críticos de información sobre lo que está ocurriendo y sobre dónde está el equipo con respecto a la amenaza. En otras palabras, si tienes PS, sabes constantemente lo que está ocurriendo a tu alrededor y dónde estás en relación con las amenazas y el resto de tu equipo; si pierdes tu PS estarás desorientado, perdido, inseguro, sin saber lo que se está desarrollando a tu alrededor y, lo que es peor, sin saber el porqué de lo que estás haciendo, ni de lo están haciendo el resto de tus compañeros.
Tú no tienes el control, la situación te controla y puedes estar a las puertas del accidente.
La pérdida de la PS también aparece cuando nos encontramos una situación (inicialmente o en medio de las operaciones) que no controlamos o para la que no encontramos una respuesta adecuada en nuestro “banco de experiencias”.
Esto eleva los niveles de ansiedad y el ritmo cardiaco. La elevación del ritmo cardiaco como consecuencia de una situación de ansiedad (no como consecuencia de actividad física) tiene una implicación directa sobre nuestra capacidad para procesar información, produciendo un déficit en el proceso cognitivo.
La PS es una habilidad cognitiva que puede y debe ser enseñada, aprendida y entrenada por nuestro personal. Para ello, debemos empezar por fijar los elementos cognitivos que desarrollan y mantienen la PS en el siniestro. Debemos ser capaces de observar la amenaza, comprender la amenaza y predecir los efectos que esa amenaza puede tener sobre nosotros (Brennan). Los dos primeros conceptos forman parte del proceso de evaluación constante al que nos enfrentamos en las intervenciones.
OBSERVAR.
La observación es el primer paso en el ciclo. Si no soy capaz de darme cuenta de cuáles son las condiciones a mí alrededor, estaré en clara desventaja. La falta de observación es solo otra forma de describir la “visión de túnel” en la que caemos muchos Mandos cuando nos centramos en aspectos tácticos y operativos particulares de las operaciones, perdiendo el resto de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, perdiendo la visión genérica del siniestro.
COMPRENDER.
A la observación de las condiciones habrá que sumarle la comprensión de las mismas para ser capaces de actuar adecuadamente. Si nos encontramos en una situación de incendio, con manifestación de humo denso, turbulento y a presión por los huecos de ventilación, y no tenemos el conocimiento adecuado para comprender qué es lo que está pasando y la información que nos están dando estas señales, podremos acometer acciones tácticas que empeoren la situación o, incluso, que pongan en riesgo la integridad del equipo.
PREDECIR.
El paso final es predecir el efecto potencial de la amenaza percibida y comprendida. Siguiendo con el ejemplo anterior, nuestra PS nos permitirá observar las condiciones de humo, comprender que son indicadores de unas condiciones peligrosas, y finalmente poder predecir qué ocurrirá si nos adentramos en este ambiente sin tomar antes ninguna acción que mitigue o elimine el riesgo.
El resultado final de este proceso de observar, comprender y predecir, será la elección de las acciones necesarias y más adecuadas para mantener nuestra seguridad y la de nuestros compañeros en niveles aceptables, evitando exponernos a condiciones amenazantes sin necesidad.
Muchos colectivos profesionales se forman fuertemente en el desarrollo de su habilidad para mantener la PS. Entre ellos los pilotos de aviones de combate. Estos pilotos trabajan en ambientes en los que deben mantener el 100% de percepción sobre su localización en relación con las naves amigas y enemigas y ser capaz de predecir cuándo una situación se puede complicar. Si pierden la PS corren el riesgo de colisionar en el aire, ser abatido o ser víctima de una nave amiga.
Ninguna de estas circunstancias sería aceptable, por lo que entrenan constantemente, usando simuladores, juegos de realidad virtual y operaciones de vuelo reales, todo ello para mantener su PS.
Nuevamente nuestro reto se debe centrar en desarrollar una filosofía de formación y entrenamiento que, mediante la calidad, la continuidad, la constancia y el compromiso personal, nos ayude a mantener nuestro ritmo cardiaco en niveles bajos, en esos en los que podamos conservar la habilidad cognitiva necesaria para observar, comprender, predecir y responder de manera adecuada y automática. Estas habilidades cognitivas deben estar basadas en un profundo conocimiento tanto de nuestro “campo de batalla” (los edificios y estructuras), como de nuestro “enemigo” (el incendio, su dinámica y comportamiento bajo distintos parámetros de ventilación) y de las tareas básicas que habitualmente se deben desarrollar en las intervenciones (técnicas de extinción, ventilación, rastreos…). Evidentemente este conocimiento debe ser puesto en práctica en ejercicios con fuego real y simulaciones que nos permitan desarrollar el nivel de habilidad adecuado. Puedes contar con todo el conocimiento posible, pero si no lo usas adecuadamente, no sirve de nada.
Debemos desarrollar programas de formación y entrenamiento que nos aporten soluciones tácticas variadas y que, habiendo sido practicadas cientos de veces, den una respuesta automática ante situaciones complicadas o inesperadas, aunque nuestra función cognitiva esté deteriorada o reducida.
Los deportistas profesionales entrenan durante todo el año para ser los mejores en sus respectivas disciplinas. Aún llegando a estar entre la élite, siguen entrenando, siguen tomándose su entrenamiento en serio. Si como Bomberos, como profesionales, pretendemos ser los mejores en lo que hacemos, en resolver situaciones críticas o estresantes, debemos tomarnos también nuestro entrenamiento en serio. El dicho “así entrenas, así juegas” adquiere en nuestro trabajo un verdadero significado.
El verdadero reto como Instructores no está solo identificar problemas formativos e impartir entrenamiento para darle solución a esos problemas. El verdadero reto como Instructores está en buscar y encontrar la manera más adecuada de trasladar lo enseñado y entrenado al ambiente operativo, de la forma más coherente y sensata posible, basándose en el conocimiento y en la aplicación de la herramienta más adecuada a cada situación. Debemos buscar y proponer soluciones basadas en datos y experiencias contrastadas para ofrecer e implementar cambios firmes en la seguridad de nuestro personal operativo.
Madrid, Marzo de 2014.
ASESOR TÉCNICO DE LA HERMANDAD DE BOMBEROS
Juan Carlos Campaña López.
Sargento 67 - Parque 1º - Turno C.
Cuerpo de Bomberos Ciudad de Madrid.
Vocal de Incendios de ASELF
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