Una frecuencia de ondas baja explicaría la duración del terremoto que afectó a la zona de Canela Baja, en la Región de Coquimbo, dice el geólogo Gabriel González, experto en paleosismología y sismotectónica de zonas de subducción de la U. Católica del Norte. Un sismo que se adelantó a los típicos cien años que tarda en estar una brecha sísmica madura, agrega Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional (CSN).
Se trató de un terremoto de subducción, típico de la zona en que se encuentran las placas de Nazca y Sudamericana, pero “fue un periodo muy largo, de baja frecuencia, no es lo que se siente en sismos de subducción, aunque sí es un típico de subducción”, explica.
Barrientos indica que todos los terremotos de este tipo producen el mismo tipo de onda. Cómo se siente, depende de dónde esté ubicado el observador. “Se producen las ondas P, que tienen un cierto sentido de movimiento, las ondas S, que tienen otro movimiento y también una onda superficial. Algunas ondas llegan antes que otras y el temblor se va sintiendo de manera distinta”, indica. “Hasta ahora no hemos notado nada distinto”, agrega.
El desplazamiento de la placa fue entre 7 y 8 metros, lo que se acumula tras cerca de cien años sin movimiento, pero en este caso, pasaron 72. “Se anticipa a lo que habitualmente pasa”, confirma el sismólogo.
Respecto a la seguidilla de sismos que sucedieron el mes pasado en la misma región, Barrientos aclara que no están relacionados, debido a que se produjeron más al norte.
Sobre los cambios en la magnitud del terremoto (la preliminar del CSN fue 6.8 y fue corregida hasta terminar en 8.4), González explica que esto se debe a que las primeras estimaciones se realizan de forma automática, pero luego deben ser corregidas por los sismólogos de forma manual. “Se analizan primero las ondas más cercanas, a medida que pasa el tiempo van llegando las mas lejanas. 8.4 es la que va a permanecer”, explica Barrientos.
Jaime Campos, director del departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U. de Chile, señala que entre tres y cinco minutos de ocurrido el evento ya tenían los detalles de la magnitud. “En el centro sismológico de la U. de Chile ya sabíamos todo. Eso quiere decir que el desarrollo tecnológico que implementamos en los últimos cuatro años han sido espectaculares y el Shoa puede recibir información técnica de primer nivel”, destaca.
González sostiene que disminuir el tiempo en que se tiene la magnitud exacta no depende de tener más instrumentos, sino de la configuración de la red, pues hoy todo los sismógrafos están instalados en tierra, no en el mar, lo que dificulta la localización.
Fuente: La Tercera
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