La historia nos ha indicado que cuando ocurre un accidente o incidente en la aviación, los dos sucesos, siempre son acompañados por una cadena de errores, donde no existen hechos fortuitos –en la mayoría de los casos- o una falla absoluta.
Las investigaciones que realizan las autoridades de cada país, ya sea en conjunto con otras entidades o no, demoran cierto tiempo en arrojar resultados contundentes, con base en las investigaciones y piezas claves, ya sea una grabadora de datos o voz, partes del fuselaje, pruebas de ADN, testimonios, grabaciones de los servicios de control, etc.
Es aventurado emitir juicios de valor o afirmar causas improbables cuando acaba de ocurrir un accidente; es precisamente la labor de los investigadores, recabar hasta el último eslabón para determinar qué sucedió; esta actividad puede tardar hasta un año, en el mejor de los casos.
El 80% de los accidentes e incidentes en la aviación –según libros de human factors- son atribuidos al error humano y el restante a fallas estructurales, de fabricación o en los sistemas de los equipos.
Con la tecnología disponible hoy en día, continúan fallando las aeronaves, pero no como lo hacían en décadas anteriores. De manera significativa los fabricantes han construido equipos sofisticados y con más y mejores sistemas redundantes, que en el caso de una falla del sistema “A”, nos proporciona una solución con un sistema “B” y así, sucesivamente.
Las aerolíneas que hoy en día han cobrado fuerza, también han sufrido un debilitamiento por razones difíciles de comprender. Pareciera que las capacitaciones de cursos como CRM, ALAR, SMS, CFIT, etc., sólo se encuentran disponibles para cumplir con un requerimiento legar impuesto por la autoridad, pero no por una cultura de seguridad operacional.
Sobre todo las aerolíneas “pequeñas”, que sufren de grandes rezagos en la materia, operando de manera temeraria con recursos materiales y humanos limitados a costa de no perder el Certificado de Operador Aéreo (AOC).
Lo sucedido el pasado lunes a la aerolínea LAMIA, no es más que un simple reflejo de lo que no se debe hacer; de lo imperdonable; de lo corrupto; de lo escueto; de lo “gacho”.
Siempre he estado en contra de las tempranas conjeturas, de la prensa tradicional que no distingue entre un accidente ni incidente, que ni si quiera conoce el lenguaje técnico aeronáutico, y mucho menos los procesos evolutivos de una investigación.
Una pieza clave del accidente de LAMIA, es ¿por qué no se declaró en emergencia? Y es que el decir Mayday, Mayday, Mayday, por la frecuencia tiene dos resultados para las empresas: dinero y problemas.
Esperamos por parte de las autoridades la investigación final, con base en todos esos eslabones, y saber… qué ocurrió ese lunes 28 de noviembre a las 20:00 horas.
- Queda claro que las aerolíneas bajo el esquema de “poca responsabilidad”, prefieren no ser investigados después de haberse declarado en emergencia (Mayday, Mayday, Mayday), de no estar en “regla”, atrae consigo serios problemas con la autoridad, costos muy altos de indemnizaciones, y posibles cancelaciones de certificado de aeronavegabilidad, haciendo incosteable el pago de deudas económicas y morales.
- Precisamente las investigaciones sirven para no volver a cometer los mismos errores, sancionar a los culpables y resarcir los daños; pero también sirven para los instructores en factores humanos, con el objetivo de difundir su esencia… La cultura de la seguridad operacional.
- ¡Cuidado! Es sabido, por lo menos aquí en México, que existen muchos “instructores” de factores humanos que se hacen mucha publicidad en sus redes y que nunca han estado involucrados en la aviación; solo han asistido a platicas y han leído dos, tres libros de Jeppesen o de Eduardo Salas, y todavía cobran por lo poco que tienen decir. La aviación debe ser contada por quienes la viven y no por quienes la imaginan.
Fuente: http://www.transponder1200.com/decir-mayday-cuesta-dinero-y-atrae-p...
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