Este poema no es mío, no sé quien lo escribió, pero a mí y a mis compañeros bomberos nos llegó muy adentro...
Es la media noche… Todo está en silencio… En una casita de mísero aspecto, Una anciana enferma reposa en su lecho Y allí, junto a ella, Su pena sufriendo Se ve triste al hijo, un joven bombero Que salva ya vidas en algún incendio Y para su madre no encuentra remedio Porque no es su ciencia salvar al enfermo
Es la media noche… Todo está en silencio… De pronto, en la torre de un viejo convento Lanzan las campanas metálico acento… Y se escuchan gritos, ayes lastimeros… Y una voz que dice: “Vecinos, HAY FUEGO” Un hombre rendido, casi sin aliento, Penetra en la casa donde está el bombero, E implorando le dice: “vaya, se lo ruego… Mi pobre viejita, la que tanto quiero, Está entre las llamas; muere sin remedio, Vaya usted a salvarla, porque yo no puedo… Mi ciencia es, amigo, salvar al enfermo” “Pues Dios me lo envía” le dice el bombero “aquí está mi madre, también sin remedio… Está muy enferma, y a usted se la entrego Sálvela su ciencia, porque yo no puedo. El deber me llama, y voy para el fuego A salvar la suya”… y salió ligero. El medico al punto se llego hasta el lecho Pero ya era tarde, ya no había remedio.
Aquella ancianita de pena había muerto Al ver a su hijo salir para el fuego. Pasaron dos horas de angustia y tormento… Pasaron dos horas y tornó el bombero… Lo traía del brazo la madre del médico. ¿Dónde está mi madre?- preguntó al momento. Y el médico dijo: “allí está… en su lecho La ciencia fue inútil, la ancianita ha muerto Quizás pensando en el hijo bueno Que ahora me devuelve Lo que yo más quiero” “Llevadme dolor… llevadme al momento” El doctor, llorando, lo llevó hasta el lecho. Y allí arrodillado, el joven bombero, Dio a su madrecita el último beso Sin poder mirarla, porque estaba ciego, Por salvar la anciana que moría en el fuego…
Ha pasado el tiempo… Y la gente toda olvidó el suceso, Del que solo queda cual triste recuerdo, Una cruz sin nombre en el cementerio, Y un joven mendigo que tiende el sombrero, Y pide limosna para su sustento.
Otra media noche… de nuevo en silencio… El doctor dormita, cuando un enfermero Se acerca a anunciarle que traen un enfermo. El doctor le escucha, y acude al momento… Pero ya era tarde. El enfermo ha muerto… Un guardia le dice: “era un pordiosero… Un desheredado sucio y harapiento, Un hombre mendigo que tendía el sombrero Pidiendo limosna, le decían “El Ciego”. El médico abraza a aquel cuerpo ciego, Y dice muy bajo, contemplando al muerto: “Adiós, pobre amigo… Adiós, pobre ciego… Que triste fue el pago que tuvo tu mérito… Pediste limosna como un pordiosero, Sin que un alma noble, sin que un hombre bueno, Te diera la mano… ni aún este médico, A quien tú dedicaste tu instante postrero… Varios empleados se llevan al muerto… El médico llora, implorando al cielo, Porque Dios reciba en su santo seno, A aquel héroe anónimo… al joven bombero Que murió sin gloria, como un pordiosero, Pidiendo limosna, para su sustento.
¡Tienes que ser miembro de LA HERMANDAD DE BOMBEROS para agregar comentarios!
Únete a LA HERMANDAD DE BOMBEROS