EL INCENDIO DE ROMA
EL PRIMER INCENDIO PAVOROSO DE LA HISTORIA
En la noche del 18 al 19 de julio del año 64 d.C., la Ciudad Eterna se convirtió en un mar de llamas. Gran parte de la metrópoli quedó destruida. Cuando se alude al inductor del fuego se menciona siempre el nombre del emperador Nerón, aunque en el momento en el que se inició no se encontraba en la dudad. No obstante, son muchos los historiadores que están convencidos de que se trató de un incendio normal, que comenzó en los alrededores del Circo Máximo y pudo devorar la ciudad debido a las malas condiciones arquitectónicas, La catástrofe se utilizó como desencadenante para la persecución de los cristianos, a quienes se achacó la culpa. Después del incendio, la ciudad se volvió a diseñar completamente según los planos de Nerón.
La mayor ciudad del mundo conocido En el año 64 d.C. Roma tenía alrededor de un millón de habitantes. La gente se apiñaba a menado en casas de van os pisos. Según loS informes de los historiadores, en aquella época se producían casi a diario incendios de diferente magnitud, ya que la mayoría de las casas se construía con madera, las callejas eran estrechas, la gente cocinaba en hogares abiertos y, especialmente en los barrios pobres de la ciudad, no existía ningún sistema que pudiera sofocar o impedir los fuegos. El incendio más devastador de la historia se produjo probablemente a causa de una distracción al cocinar en uno de los puestos de comida de un barrio de tiendas en tomo al Circo Máximo.
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La mayoría de los comercios eran de madera y rápidamente se convirtieron en pasto de las llamas. Además, los fuertes vientos favorecieron la expansión del fuego, que pasando de tienda en tienda se apoderó de calles enteras. Durante seis días asoló por completo 14 distritos de Roma y otros siete quedaron seriamente dañados; sólo cuatro distritos permanecieron intactos. Se destruyeron dos tercios de la ciudad.
Testimonio presencial del historiador Tácito En las callejuelas de la ciudad en llamas remaba un caos inimaginable. El historiador Tácito describió la catástrofe con gran vivacidad: «A ello había que sumar los gritos de lamento de las mujeres aterrorizadas, los ancianos sin fuerzas, los niños indefensos y la gente que intentando salvarse a sí misma o a otros, ya fuera arrastrando a los desvalidos o esperando los, a veces deteniéndose y a veces corriendo, provocaban auténticos obstáculos; y a menudo, mientras miraban hacia atrás, quedaban cercados por los lados o por el frente; o cuando se abrían paso hasta el vecindario, éste era también pasto del fuego, y veían aquél víctima también de la misma desgracia, de la que uno creía huir Por último, incapaces de elegir de qué escapar o hacia dónde dirigirse, se apelotonaban en las calles, se postraban en el campo, algunos despojados de todas sus pertenencias, también del alimento del día».
El pueblo quiere un culpable Como siempre en la historia de la humanidad se exigió un culpable de la catástrofe. El poder siempre ha estado dispuesto a satisfacer este deseo, e incluso en la mayoría de los casos lo ha fomentado. A menudo se han inventado culpables, pues de esta manera podían iniciarse determinados procesos políticos y se conseguían ciertos objetivos; la catástrofe servía como instrumento político. El emperador Nerón (54-68 a.C.) sufrió la presión de sus consejeros y finalmente se acusó de pirómanos a los enojosos cristianos: comenzó así su persecución. Pero esta persecución de una minoría, que en un Estado politeísta como Roma realmente se integraba muy bien, no fue ni mucho menos tan violenta como han pretendido los historiadores posteriores.
Inició el fuego Nerón? Actualmente existe el convencimiento de que las leyendas en torno a los mártires de los primeros cristianos no aparecieron hasta el siglo IV, transcurrido un amplio margen de tiempo. Éstas necesitaban a Nerón en el papel de petulante pirómano., que finalmente había achacado la culpa a los cristianos. Entre tanto sé duda también de las atrocidades que las generaciones posteriores le atribuyeron.
Probablemente, avivaron los rumores su crueldad en el trato con los cristianos; la propaganda acerca de que quería reconstruir a su Roma» más hermosa, como de hecho hizo; el fastuoso edificio nuevo de su palacio, que decoró con una estatua propia de 40 m de alto; su violencia y su incipiente locura. Así, parece ser que dos días antes del pavoroso incendio discutió con Ofonio Tigelino, uno de sus consejeros, al respecto de la traducción de uña obra griega.
El drama no debía comenzar diciendo: «Cuando yo muera, que el fuego devore al mundo», sino «Mientras yo viva, el fuego ha de devorar el mundo». También se le atribuye la afirmación de que la fealdad de los edificios de la ciudad ofendía sus ojos imperiales. Lo que es seguro es que dos días antes del comienzo del incendio Nerón viajé a su lugar de nacimiento, Antium, situado en la costa del Lacio, al sur de Roma..
Cuando regresó al cabo de cuatro días y encontró Roma ardiendo, parece ser que contempló la ciudad de 800 años de antigüedad desde una torre de su palacio y habló de la belleza de las llamas, del embriagador espectác*** de la destrucción. Se dice que tomó la lira y cantó versos sobre la caída de Troya: sé acababa de crear Nerón, el monstruo.
Otra Visión de la Situación: El celo puesto por Nerón para crear comisiones de expertos que diseñaran una rápida reconstrucción de la ciudad manifiesta su interés por mantener unas buenas relaciones con el pueblo de Roma; dice Tácito (Ann., XV,39) que "para alivio del pueblo desplazado de su hogar, mandó abrir el Campo de Marte y los monumentos de Agripa así como sus propios jardines y mandó levantar construcciones provisionales para acoger aquella multitud que quedó sin recursos". Para calmar los ánimos y contar con un chivo expiatorio, se culpó a los cristianos de haber provocado el incendio. "Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, odiados por sus ignominias.
La Iglesia cristiana fomentó la imagen del monstruoso Nerón Comparado con otros emperadores romanos como Augusto (27 a.C.-37 d.C.), Tiberio (14-37 d.C.) o Calígula (37-41 d.C.), Nerón fue más bien inofensivo. Como se puede de hecho comprobar, Nerón perdió a causa de la catástrofe mucho más que su palacio: su colección de arte y sobre todo dinero, pues como emperador era responsable del alojamiento y la alimentación de sus súbditos.
Por ello, los críticos suponen que la teoría incendiaria fue obra de Suetonio (70-140 d.C.), un autor que en lugar de reflejar los hechos reales se hizo eco de historias, y entre ellas expandió anécdotas y rumores no contrastados, que atrapaba al vuelo. Otro dato seguro es que en la época del proceso a los cristianos Nerón se encontraba en Grecia.
Es muy posible que ni siquiera supiera nada de las persecuciones. Además, no le gustaba la violencia organizada y quería incluso abolir las luchas de gladiadores. Fue sobre todo la Iglesia cristiana, cada vez más fuerte, la que a partir del siglo IV fomentó los rumores sobre su crueldad y especialmente sobre su autoría del incendio.
Claudio César Augusto Germánico, llamado Nerón Nació en Antium el 15 de septiembre del año 37 d.C como Lucio Domicio Ahenobarbo. Cuando su madre se casó con e/posterior emperador Claudio (41-54 d.C), recibió el nombre de Claudio César Augusto Germánico. Su madre, Agripina, siempre ambicionó ver a su hijo en el trono imperial. Nerón lo consiguió o los 17 años de edad, tras la muerte de Claudio en 54 d.C. A los 16 años se casó con su hermanastra Octavia, más tarde, en 62 d.C. con Popea Sabina, con quien tuvo una hija, Claudia, y finalmente en 66 d.C con Statilia Mesalina. En los últimos años de su vida ordenó cada vez con mayor frecuencia asesinar a sus rivales, incluido su hermanastro, y finalmente también a su mujer Octavia e incluso a su propia madre. Ensombrecido por estos crímenes y a causa de su creciente paranoia, el senado lo declaró enemigo pública El 9 de junio de 68 se suicidé y sobre él recayó la damnatio memoriae (la condena de su memoria), por lo que sólo se han conservado unos pocos bustos de su persona; el resto, la mayoría, se destruyeron.
La plaza de San Pedro en el Estado Vaticano, en Roma, vista desde la cúpula de la basílica.
Probablemente, lo Iglesia católica describió la persecución de los primeros cristianos con más dramatismo del que tuvo.
Fuente Consultada: Grandes Catástrofes