Ante la situación de desastre, Páez y Marques (2000), han identificado que en el comportamiento colectivo se manifiestan reacciones de conmoción, inhibición y estupor. Estas reacciones pueden durar unas horas. El sentimiento de miedo es otra de las reacciones frecuentes en situaciones de desastre y emergencias, cuando este se hace intenso aparece el pánico.
A nivel individual, los especialistas identifican varias reacciones psicológicas que pueden aparecer inmediatamente ocurrido el desastre, o meses e incluso años después cuando aparecen eventos que recuerdan lo ocurrido. La magnitud del desastre y lo complejo de la emergencia determinará en buena parte la magnitud de las reacciones que se producen en el individuo.
Abordaje Clínico Dinámico y el abordaje terapéutico de la crisis:
En principio y derivado de la historia de la psicología, la postura clínica dinámica tradicional emerge de la concepción médica en cuanto al tratamiento individualizado, paciente-terapeuta, así es que desde esta concepción, Rísquez (2005) define la emergencia psiquiátrica como la alteración de la conciencia, las modificaciones intelectuales, afectivas y emocionales que cambian el estado psicológico dando un sufrimiento muy agudo, entrando el paciente y sus familiares en un proceso de crisis.
Describe Felman (1986), que la crisis se caracteriza por una desorganización de la conducta en los períodos difíciles o transicionales de la vida humana. Se transita por un profundo malestar subjetivo, pero son episodios normales que la mayor parte de las personas han padecido. Estos periodos de crisis pueden ser motivo de maduración y fortalecimiento en las adversidades, por la propia acción del sujeto o por el apoyo de sus más allegados.
Describe Raquel Cohen (1999) que en situaciones de crisis los individuos darán diferentes significados al evento, según su percepción de lo que ha ocurrido, su experiencia anterior en eventos peligrosos y el éxito o el fracaso al maneja sus repercusiones. En conclusión plantea Cohen (1999) que una crisis variará según las personas o la sociedad afectada.
Un trabajador sometido a situaciones de riesgo, violentas en muchas ocasiones, es objeto de impacto psicológico y de estrés. En el caso del personal de emergencia, estrés postraumático. Diversos investigadores han establecido consideraciones sobre el apoyo que este personal debería recibir para prevenir el desgaste profesional o síndrome de “burn-out”. Este síndrome identificado en Estados Unidos a mediados de los años ’70 (Gil-Monte:2003) se caracteriza por bajos niveles de realización personal en el trabajo, altos niveles de agotamiento emocional y de despersonalización, entendida esta última como un estado en el cual el trabajador(a) desarrolla actitudes y sentimientos negativos hacia su trabajo y una especie de cinismo hacia las personas a las que brinda atención (Gil-Monte, 2003), abandono de la realización personal, vista como una desvalorización profesional manifiesta en el cuestionamiento de las tareas y de las propias capacidades (Capilla:2001 c.p. Esqueda, Escalante, D’Anello, Barreat y D’Oracio, 2006).
El efecto nocivo del estrés vivido por el personal de emergencia se encuentra como generador de otra entidad patológica, el Síndrome de Estrés Postraumático definido en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS, en su capitulo 10 correspondiente a enfermedades mentales (CIE-10). La OMS plantea que el estrés Postraumático o Síndrome de Estrés Post Traumático es un trastorno que surge como respuesta tardía, diferida o posterior a un acontecimiento estresante o a una situación (crónica o aguda) de naturaleza amenazante o catastrófica, que causarían por sí mismos malestar en casi todo el mundo (por ejemplo, catástrofes naturales o producidas por el hombre, combates, accidentes graves, el ser testigo de la muerte violenta de alguien, el ser víctima de tortura, terrorismo, de una violación o de otro crimen). Ciertos rasgos de personalidad o antecedentes de enfermedad neurótica, si están presentes, pueden ser factores predisponentes y coadyuvantes en la aparición del síndrome o para agravar su curso, pero estos factores no son necesarios ni suficientes para explicar la aparición del mismo.
Reconociendo este carácter íntimo del sufrimiento humano, los significados y las dinámicas asociadas a este proceso, la reconstrucción personal, familiar y comunitaria debe tener en cuenta la interacción dinámica entre el sufrimiento personal y los procesos colectivos. (Lozada, M., Montero, M., Rodríguez, I., 2000) Una vez dada esta interacción podríamos establecer puentes conceptuales entre la psicología clínica dinámica y el abordaje psicosocial, con el fin de mejorar la atención y hacerla una práctica compleja e integradora de los elementos humanos, sociales, culturales, políticos económicos y religiosos. Esta concepción de sufrimiento personal y colectivo, desde una visión interdisciplinar, es la que nos permite una mirada humana e integradora.
Abordaje desde el Apoyo Psicosocial:
Desde la visión psicosocial según plantea Martín-Baró (1984), la salud mental es una dimensión de las relaciones de las personas y de sus grupos, más que un estado individual y personal, aun cuando esta dimensión tenga un arraigo diferente en cada individuo, lo que produce síntomas, o síndromes de afectación.”Si la salud mental o el trastorno mental son parte y consecuencia de las relaciones sociales, la pregunta sobre la salud mental de un pueblo nos lleva a interrogarnos sobre el carácter especifico de sus relaciones más comunes y significativas, tanto interpersonales como intergrupales” (Martín-Baró 1984, p.27).
Subraya Beristaín (1999) que dentro de los efectos colectivos es importante prever que no pueden asumirse los efectos colectivos como si fueran la suma de los efectos individuales o los efectos sociales como el conglomerado de efectos psicológicos. Esto es así dado que existe empeoramiento de las condiciones de vida en todos los estratos sociales cuando existen desastres.
Por otro lado es innegable el significado simbólico de la pérdida las cuales están asociadas a la identidad, los cuales involucran no solo la vivienda, sino los desplazamientos, los lugares de reunión los espacios de encuentro social, las plazas y aquellos sitios de vinculación natural de los colectivos.
Desde el abordaje psicosocial los clásicos modelos como el del duelo (negación, rabia, negociación, depresión, aceptación) visto así, desde psicología dinámica serian más bien un proceso que conlleva para cada caso movimientos de vaivén, y en solo uno de cada tres personas sigue el proceso convencional en su respectivo orden y que solo una de cada 5 personas es capaz de llevar un duelo postergado o crónico (Worden, 1991 citado por Beristaín, 1999). Esta observación hecha por el autor citando a Wonder (1991), no deja de lado la visión dinámica, sino la integra. En la medida en que se satisfagan ambas situaciones de duelo; en este caso podemos ver como desde la praxis ambos abordajes pueden complementarse.
Un aporte fundamental en el apoyo psicosocial es considerar las necesidades de atención de los miembros de los cuerpos de intervención. Esta observación, según lo planteado por Lozada, Montero y Rodríguez (2000), durante las situaciones de emergencia los equipos de ayuda trabajan bajo tensión e incertidumbre, sus miembros deben soportar condiciones inseguras y jornadas extenuantes, tratando a personas que sufren, mientras ellos afrontan su estrés y el del colectivo con el que trabajan; estos auxiliadores viven y se relacionan continuamente con sus grupos de trabajo, las decisiones en estas condiciones deben ser tomadas rápidamente y el propio trabajo cambia de momento a otro; es pues que las rutinas personales deben adaptarse a estar condiciones. Cada nueva emergencia obliga a nuevas adaptaciones. Es por esto que desde la ayuda que brinda el apoyo psicosocial se puede abordar esta problemática dando un sentido y una orientación integradora, la cual debe estar asociada al desarrollo de habilidades para el afrontamiento saludable de estas situaciones sin olvidar los aspectos familiares, laborales y sociales.
Para los autores, tomando en cuenta los párrafos previos, podríamos decir desde una visión interdisciplinar, en las situaciones de crisis derivadas de las emergencias, estas concepciones clínicas serian un primer anillo de atención centrado en la asistencia individual que concibe al sujeto como activo en su desarrollo y asimilación de la crisis pero desde los mecanismos personales.
Por su parte el abordaje psicosocial, estaría representado en un segundo anillo, donde se involucra el entorno cercano, la comunidad y la sociedad como un organismo integrado, activo y responsable de afrontar la crisis y sus efectos, en este segundo anillo se implementa la aproximación psicosocial, como muestra el siguiente diagrama:
Diagrama de integración del abordaje clínico dinámico y psicosocial ante la crisis:
Comunidad
En resumen, la intervención en situaciones de crisis no es sólo menester de la psicología clínica o de la psicología social por separado, involucra ambos sistemas teóricos en un fin común.
La vivencia y la construcción de la realidad:
Entendiendo el sufrimiento humano desde la vivencia, esta visión interdisciplinar se detiene en la praxis, para aproximarse a la crisis, procurando una visión en perspectiva que trascienda las categorías clínicas, e incluya un análisis profundo continuado por lo psicosocial en las formas de interacción que emergen de lo cotidiano; así es que desde un eje integrador y buscando una teoría que conecte con ambos elementos, lo individual y lo colectivo, y a fin de aproximarnos a la realidad de quienes atienden emergencias, hemos decidido mirar desde la óptica que Carl G. Jung nos aporta. Plantea Jung (1964), que cada palabra significa algo ligeramente distinto para cada persona, aun entre las que comparten los mismos antecedentes culturales. La causa de esta variación es que una noción general es recibida en un conjunto individual y por lo tanto entendida, asimilada y aplicada en forma individual. Todo concepto de nuestra mente, tiene sus propias asociaciones psíquicas. Las diferencias de tales significados asociados al mismo símbolo, es mayor en tanto que las personas difieran en sus experiencias sociales, políticas, religiosas o psicológicas. En tal sentido, mientras se explora en una persona o colectivo una definición exacta o una explicación minuciosa de un concepto o una realidad aparentemente sencilla, se pueden descubrir múltiples conceptualizaciones, y las más asombrosas variaciones que emanan de la comprensión pura e intelectual de un término o una realidad, las que emergen de lo emotivo.
Desde esta perspectiva Jungiana, que nos sirve de bisagra articulando las teorías psicodinámicas y psicosociales, nos aproximamos a la comprensión de la crisis desde la vivencia, por ello, debemos aventurarnos en el estudio del contenido del discurso, de las imágenes que emanan de él. Para los efectos de esta investigación, la expresión oral de imágenes que se encuentran en el espacio intersubjetivo se expresa lo colectivo y lo personal, los aspectos dinámicos y el entramado psicosocial que le subyace, este contenido dado en el discurso es la puerta al mundo de significados que se van integrando en la persona por vía de la vivencia.
El siguiente diagrama muestra como concebimos la integración entre la psicología clínica dinámica, apoyo psicosocial y el eje conector establecido en la teoría Jungiana (Ramírez y Yépez 2008):
Observaciones desde la psicología sobre el impacto de las situaciones de crisis en personal que atiende emergencias:
El personal de emergencia no escapa a las reacciones que los desastres generan. En este personal también se manifiestan reacciones psicológicas como resultado de su intervención en labores de socorro. Se estima que diferentes tipos de estrés pueden afectar al personal de emergencia, cuya acción se desarrolla en situaciones de conflicto o desastre. Paramédicos, bomberos, socorristas desarrollan su trabajo en un medio muchas veces hostil, sin una “protección psicológica” para enfrentar las situaciones más allá de la resolución de una emergencia en un momento dado. El después de un desastre pasa a cobrar importancia y toma implicaciones a nivel comportamental, físico ó cognitivo y no escapan de ser víctimas de lesiones y/o pérdidas de seres queridos en un desastre (Sánchez, 2001).
La frecuente exposición a estas condiciones convierte al personal de emergencia en “Víctimas de 3er grado”. De acuerdo a Valero (1996 c.p. Salinas, 2003), son denominadas así por el tipo de labor que desempeñan y por no ser víctimas directas de los eventos.
Las situaciones que constituyen un desafío y son generadoras de estrés para personal de emergencia son: ser parte de la crisis colectiva, exposición repetida a experiencias tales como: el transporte de cadáveres, atención a víctimas de desastres, emociones intensas y experiencias angustiosas de las personas afectadas, realizar tareas físicamente difíciles, agotadoras y peligrosas, dormir poco o sentirse cansado debido a tareas muy exigentes, tener la sensación de no hacer nunca lo suficiente, sentirse culpable por el hecho de tener acceso a comida, alojamiento y otros recursos, enfrentar dilemas morales y éticos, estar expuesto a la ira y aparente falta de gratitud de algunas personas afectadas, estar desvinculado del sistema de apoyo personal de su entorno habitual, sentirse frustrado por las políticas y decisiones de los superiores de la organización (Cruz Roja, 2003).
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