Articulo Publicado en el Sitio: Psicoemergencias
A modo de introducción, replanteándonos supuestos y principios epistemológicos nos podemos preguntar en estos tiempos: ¿vamos hacia una sociedad del conocimiento?, ¿podemos decir que estamos viviendo en una sociedad del conocimiento?.
Reconociendo el carácter complejo e intrincado de la sociedad, es prudente partir de la observación de las estructuras simples para luego trazar proyecciones a las estructuras más complejas; movilizándonos desde una postura que asuma, que en pequeños grupos humanos se reproducen las claves y sistemas de la organización de los pueblos y por ende de sus sociedades. Estas claves se encuentran ligadas y encriptadas en los sistemas de símbolos compartidos por los miembros del grupo, siendo nuestro lenguaje el lugar donde convergen los signos y los significados que intercambiamos para así accionar sobre la realidad. (Andrés Ortiz-Osés, 1993).
Lo colectivo entonces, esta pleno del significado compartido consciente e inconscientemente (Jung, 1964), que se expresa en el quehacer, en las formas de relación y de organización social; desde este marco de referencia podemos encontrar que los colectivos humanos, comparten propiedades en toda sus formas, dependiendo de la particularidad y el matiz que dan la cultura y la diversidad. En tal sentido los grupos de ayuda humanitaria o grupos de asistencia en desastres y emergencias son colectivos observables desde esta postura; razón que nos conecta con el presente ensayo.
Reestructurar las respuestas naturales por la vía del conocimiento:
Las formas de organización de los grupos de asistencia en emergencias y desastres, son similares ya que están desarrolladas con base en las tareas y eventos que estos resuelven; así encontramos a personas que asociados a la tarea de ayudar se especializan en rescate de personas y animales, combate de incendios forestales, combate de incendios estructurales, atención medica pre-hospitalaria y manejo con materiales peligrosos; cada una de estas áreas amerita la ejecución de una determinada disciplina, y un manejo adecuado de información que emerge de los diversos estudios científicos (física, química, estadística, geología, historia, fisiología, entre otros).
Para desentrañar este espacio es prudente partir de la ontogenia del personal que atiende emergencia (Ramírez y Yépez, 2008). Este personal inicia su formación en calidad de “pre-aspirante”, siendo esta categoría el más bajo escalón del grupo; este “pre-aspirante” debe en sus primeros días demostrar que tiene las habilidades propias que se requieren para iniciar el camino de formación; razón por la cual es sometido a pruebas psicológicas y médicas; las cuales una vez aprobadas le dan derecho a intentar ser parte del grupo de aspirantes aceptados; allí inicia realmente el camino de formación y asimilación.
Al aspirante se le plantean varios escenarios a manejar, el lenguaje, los rangos y la experiencia como marco en el que se le transmite el conocimiento; así el debe asimilar e introyectar estos significados para adquirir un nuevo lenguaje que le permita hacerse parte de este colectivo, desarrollando en palabras de Emmanuel Kant (2006) su facultad de pensar, sostenida en tres bases cognoscitivas, por una parte la facultad del conocimiento de las reglas, por otra parte la facultad de subsunción de lo particular bajo lo universal o facultad de juzgar; y en tercer lugar la facultad de la determinación de lo particular por lo universal o principio de la razón, siendo esta ultima la facultad de ver de lo general a lo particular asumiendo cada situación como única pero participe de una realidad conocida. En resumen, el conocimiento pasa a ser causa y consecuencia de múltiples eventos personales que a su tiempo le definirán en el cuadro del personal que atiende emergencia o fuera de el.
Para estos cuerpos de emergencia, la labor de atender estas situaciones a la que están sometidos continuamente, esta vinculada a momentos en los cuales se encuentran circunstancias donde la gente no puede pensar con claridad, les parece, que lo que ocurre es irreal y reaccionan por lo general deambulando o no respondiendo de una manera definida; algunas son incapaces de responder ante el peligro y se quedan paralizadas, así como pueden desembocar en huida, agitación y pánico. (Beristain, 2000).
En nuestro interior más inconsciente, esta condición de vulnerabilidad de los seres humanos esta movilizada por el arquetipo del “sobreviviente”, estas fuerzas inconscientes que nos hacen huir del peligro y de las condiciones y circunstancias peligrosas son una barrera natural a los eventos antinaturales del devenir de la vida (Rizzuto, 2006). Conscientes de estos elementos que le son inmanentes a la condición de ser humano, se estructura un curso de formación que permite ir diluyendo la idea de vulnerabilidad, mientras que se consolidan protocolos de acción que sustituyen la idea original de perder la vida (sobrevivir o ser víctima) por el ideal del héroe.
De la emergencia de los estratos de conocimiento:
Así, el Aspirante como cualquier estudiante, en principio, observa al superior como un sujeto de supuesto saber que le precede en conocimientos, lo que le obliga a funcionar desde la postura del aprendiz, asumiéndole como maestro y vinculándose en un grupo de iniciación. De esta visión del maestro surge la primera diferenciación a partir del conocimiento, en ella se establece el primer nivel de relación, así se mantiene hasta que transcurren uno o dos meses, bajo las actividades de aula y estudio teórico con especial énfasis en la historia, visión, misión y trascendencia de los valores que configuran la estructura ética y moral de la institución; cabe destacar que durante esta etapa el uniforme del aspirante es una indumentaria sencilla, pantalón de trabajo azul preferiblemente un blue Jean y una franela sin ningún distingo o señal particular.
La transferencia de valores es fundamental para el desarrollo de las características de funcionamiento del futuro personal que atiende emergencias, ésta hecha teóricamente, asume características de estudio de la “religión” , promoviendo los rituales, llevándolos de la mano del análisis controlado de los contenidos preestablecidos en el libro sagrado; en este caso el código de conducta, el código de ética y la historia escrita; dando oportunidad de sentirse dentro de un mito que les pertenece y del cual exhiben sus cualidades, promoviéndose como representantes posibles de estos valores.
Luego de la aprobación del primer periodo como aspirante, se eleva a la categoría de “alumno”, se formaliza parcialmente su integración y se le otorga un uniforme, cuya única distinción del personal regular egresado, es distinguirse con un color de camisa diferente o un timbrado que exponga la palabra “alumno”.
En este momento, emerge otra forma de distinción por niveles de conocimiento. El alumno continua siendo capacitado de forma teórica pero a su vez se le adiciona el carácter pragmático, concurre entonces la necesidad de poner en práctica el conocimiento, llegándose a tomar consciencia del carácter aplicado de la enseñanza (Botelho, 2005); aquí emerge el valor de la resistencia personal, la experiencia, el trabajo en quipo, las vivencias compartidas; se cree y se expresa el precepto: “la práctica debe ser un infierno, para que la realidad sea el cielo” (Ramírez y Yépez 2008); en este espacio el alumno comienza a convivir con los miembros del grupo, se le asignan grupos de guardia y se espera que participe en ellos plenamente; aquí es capaz de verificar y descubrir que la experiencia en el trabajo con emergencias es vital para salvar vidas, pero aun más importante la propia vida ante los eventos que le son adversos a todo ser humano. Establece entonces una segunda diferenciación por la vía del aprendizaje vicario, que involucra el reconocimiento de la vivencia del otro ante las situaciones adversas; entonces, aparece el instructor diferenciado del teórico, aparece el experto; como aquel que se ha expuesto a múltiples situaciones y ha salido ileso, emerge entonces “la antigüedad” y prevalece a la formación en la escala de valoración. Así estarán los antiguos y los nuevos, los expertos y los novatos; obteniendo de los primeros el conocimiento desde la tradición oral, y de los segundos el conocimiento desde lo formal.
A medida que transcurre el tiempo y se van incorporando en las guardias, se van encontrando niveles de relación: antigüedad versus la formación, se van construyendo líneas relación, en las cuales se valoran de forma distintiva a aquellos que instruyen y capacitan de aquellos compañeros operativos que transfieren conocimiento en la práctica. A su vez aparece acompañando esta escala el rango institucional reconocido por la jerarquía que se porta en el uniforme, esta es independiente de la actividad de formación o de la función operativa que se realiza; ella obedece a la lógica del merito institucional.
La jerarquía por lo general, no corresponde a niveles de conocimiento, sino a protocolos institucionales, esta reconoce al individuo una condición diferenciada que suele servir externamente como la forma oficial de gobierno de los grupos de ayuda, pero que es vista más como una necesidad de exteriorizar y presentarse diferente frente al compañero, esta diferenciación inicia a partir de las necesidades personales aun cuando existe potencialmente como una opción para todos.
Encontramos entonces tres niveles de diferenciación dados por el conocimiento dentro de un grupo social tan pequeño, niveles que a su vez determinan el desenvolvimiento del sujeto en el entramado social; por una parte termina reconociendo el valor de quien le forma versus el valor del compañero; en segundo plano reconoce niveles a partir de la experiencia; y en tercer plano identifica el rango como forma de establecer diferentes niveles jerárquicos, estableciéndose tres escalas de valoración que inciden en la acción y la sensación de trabajo en equipo; que a su vez desencadena mayores o menores niveles de estrés y alerta; en otras, palabras ir a un servicio de emergencia con un compañero del mismo tiempo de servicio, de menor nivel de experiencia asociada a la tarea que se enfrenta, pero que posea un rango superior, generará resistencia si es preciso recibir ordenes de este; a su vez acompañarse de una persona mas antigua, con experiencia en la materia independientemente del nivel jerárquico, genera una sensación de comodidad y resguardo que mejoran la ejecución.
De los niveles y las formas de organización desde el dominio de la información:
Hablar de grupos de conocimiento es aventurarse a desenmarañar las representaciones sociales de la realidad, representaciones tan complejas que podemos en un mismo instante y a partir del conocimiento y la información que tenemos crear sistemas de elaboraciones simbólicas, en cuatro planos simultáneos: una dimensión pragmática, una dimensión emocional, una dimensión histórica y una dimensión funcional; siendo la dimensión pragmática la potencia y la acción en si; la dimensión emocional aquella que nos vincula con el miedo y la esperanza; la dimensión histórica que nos sumerge en el rol y el mito institucional, y por ultimo esa dimensión funcional que nos sirve de bisagra al mundo desde los beneficios directos e indirectos que obtenemos de intervenir en el.
Entonces, debemos entendernos en grupos jerarquizados por el nivel de conocimiento, donde el manejo de la tecnología y la información componen y reproducen entramados que en principio son meramente simbólicos, pero luego son llevados a la práctica como formas legitimas de relación; desde la profesionalización de la experiencia, del aprendizaje o lo que Ramírez Camilo (2005), denomina la sabiduría del profesional que se conforma en la trasferencia de información, la búsqueda de conocimiento, la observación y la posterior aplicación de la información, generando bienestar y mas conocimiento; conviviendo este grupo particular como una sociedad de conocimiento.
Fuente: http://psicoemergencias.blogspot.com/2010/03/sobre-el-conocimiento-...Referencias:Beristain, Martin. Enfoque psicosocial de las catástrofes colectivas. Desafíos y aprendizajes. Revista AVEPSO, Año 2000, Volumen XXIII, Nº 1-2. Ediciones CONICIT & Ediciones CDCH, UCV Caracas.Botelho Byington, Carlos (2005). La construcción amorosa del saber. Fundamento y finalidad de la pedagogía simbólica jungiana. Editorial Linear-B, Sao Paulo.Briones, Guillermo (1996). Epistemología de las ciencias sociales. Ediciones del Instituto Colombiano Para El Fomento de la Educación Superior, ICFES, Bogotá.Jung, Carl G. (1964). Man and his symbols. Editorial Aldus Books ltd. Londres.Kant, Enmanuel (2006). Critica a la Facultad de Juzgar. Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas.Ortiz-Osés, Andrés (1993). Las claves simbólicas de nuestra cultura. Editorial Antrophos, Barcelona- España.Ramirez & Yepez (2008) Aproximación al concepto de crisis desde el personal que atiende emergencias en el Área Metropolitana de Caracas. Trabajo especial de grado, UCV Escuela de Psicología, Caracas.Ramírez Camilo, Rafael (2005). Dialéctica de la verificación de hipótesis. Ediciones CDCH, UCV, Caracas.Rizzuto, Ana-Maria (2006). El Nacimiento del Dios Vivo. Editorial Trota, Chicago.
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