- "Siempre hay que pensar lo mismo: dentro de un minuto puede sonar la sirena. En tu casa acomodás la ropa por si hay que salir a la madrugada. Ningún bombero se pone a buscar las zapatillas, las tenés al lado de la cama o preparadas al lado de la escalera. Lo mismo pasa con las llaves del auto, todo tiene que estar a mano". Así nos recibe Martín Comesaña, avisándonos que esta entrevista puede terminar de manera inesperada si surge algún siniestro. Aceptada la regla del juego, comienzan las preguntas.
¿Cómo se llega a ser bombero?
En mi caso yo viví en el barrio de La Boca durante trece años, a una cuadra del cuartel de Bomberos Voluntarios. Cada vez que sonaba la sirena me asomaba a la ventana desde el séptimo piso. Desde allí se podía ver lo que estaba ardiendo. Los incendios eran tremendos en esas casas de inquilinato. Yo estaba siempre atento al trabajo de los bomberos, me fascinaba verlos. Cuando estaba por entrar a la escuela de cadetes me mudé a un barrio donde no había bomberos voluntarios, así que se me dificultó el sueño. Pero quedó ahí y cuando llegué a San Martín me dije: pasaron treinta años pero esto lo voy a hacer. Y me formé acá.
No debe haber chico que saltee la etapa que querer ser bombero. ¿Esta fascinación de la niñez es lo que determina la vocación de ustedes?
Hay diferentes orígenes. Hay muchachos que se vuelcan a esto porque les tocó vivir un siniestro y los motiva el agradecimiento. Hay de eso. Otra gente se acerca por carencias.
Hablás de muchachos pero también hay bomberas.
Sí. Las mujeres representan la cuarta parte del cuerpo activo. Son un bombero más: no reciben trato ni entrenamiento diferenciados. Y así como un tipo como yo, de 100 kilos, tiene habilidades para algunas cosas, una mujer de 60 kilos tiene habilidades para otras. La complementación es fundamental.
¿De qué vivís?
Soy ingeniero electricista y docente.
¿Se les complica conseguir trabajo dada la disponibilidad que tienen que tener como bomberos?
Hay una ley nacional que protege en ese sentido al bombero voluntario. Pero lo cierto es que a muchos empleadores no les gusta tener a un bombero en su personal. Y esto es razonable porque tu empleado tiene que irse si suena la sirena. La mayor parte de los chicos consensúa esto con sus empleadores. Si están dadas las condiciones pueden venir al servicio de emergencia y si no, se quedan cumpliendo sus funciones. Justamente somos 60 y pico para que en tres minutos haya al menos diez personas acá en el cuartel. Hay horarios que son fáciles. De noche, por ejemplo, reunís en minutos a prácticamente todo el personal. Pero a las 9 de la mañana, los que venimos rápido somos los autónomos.
¿Ustedes son completamente voluntarios? ¿No cobran nada por lo que hacen?
Acá en la provincia los bomberos voluntarios no gozan de ninguna clase de beneficios. En Córdoba o Buenos Aires cuentan con jubilación, seguro y obra social. Supuestamente hay en camino una ley neuquina del bombero voluntario. Está en camino. Viene caminando.
¿Cómo creés que los percibe la gente?
Por los comentarios que recibimos después de los siniestros y por la recepción que tienen las movidas que hacemos, creo que muy bien. La gente dice "si es para bomberos está todo bien". Esta institución goza de un prestigio y un arraigo muy grande en la gente. De eso te das cuenta.
Alguna vez escuché que no los reciben bien en los incendios porque dicen que llegan tarde.
Es inevitable que eso pase. Un incendio con aire suficiente duplica su volumen cada 30 segundos. Las dotaciones salen en tres minutos a partir de que toca la sirena. Para el que está viendo cómo se le quema la casa, los minutos que tardamos en llegar son años. Sufrimos cuando vamos lejos en el camión. Sabemos lo que vive la persona que nos está esperando. Y entendemos que muchas veces somos receptores de esa angustia. Hemos sido recibidos con insultos y despedidos con abrazos. La persona que cuando bajo del camión me grita: "apagame la casa, la p*** que te parió" es la misma que se pone a llorar y me abraza cuando me voy. Es así. Igual, desde que se inauguró el destacamento de El Arenal los camiones cisterna salen de allí y todo se hace mucho más rápido.
¿Quién provee el equipamiento, los camiones?
Todo lo que está acá lo pagan los vecinos a través de una contribución en el impuesto retributivo. Con esa recaudación se sostiene el funcionamiento de Bomberos, incluyendo el combustible de los móviles.
¿Podés compartir con nosotros alguna escena de tu larga experiencia como bombero?
Algunas son medio bravas y prefiero no contarlas.
¿Cómo se abaraja desde lo personal la tragedia de otro?
(Largo silencio). Es difícil. Aunque duela lo que estás viendo tenés que ser un profesional. Cuando todo termina volvés a ser el que estaba en su casa ante de la sirena y eso que viste empieza a resonar. Lo mejor es charlar con tus compañeros, porque a cada uno le resuenan de modo diferente las cosas. Depende del sexo, de la edad, de tu historia personal. Lo mejor es juntarnos todos y crear un relato integrado a partir de visiones fragmentarias. Eso nos hace bien a todos. Nos da tranquilidad.
Volvamos al principio. ¿Cómo toma tu familia el hecho de que desaparezcas cuando suena la alarma?
Bien. Un bombero no existe sin el apoyo de su familia. Cuando toca la sirena, mi mujer se levanta y baja detrás de mí para cerrar la puerta de casa. Tu compañera tiene que bancarse que la dejes en medio de una comida en un restaurante. No digo que te aplaudan, pero con que te la banquen ya es suficiente.
Contanos algún un cuento con final feliz.
Una vez volvíamos con otro compañero de un curso en Villa La Angostura al que habían asistido bomberos de todas las localidades cercanas. Estaba feo y a las cinco de la tarde, cuando volvíamos para San Martín, empezó a nevar fuerte. Veníamos muy, muy despacio y delante nuestro encontramos un vuelco. El que había volcado era un muchacho de Aluminé, también bombero. El pobre estaba muy triste porque el coche no era de él. Se lo había prestado el suegro. Estábamos ahí solos en el medio de la nevada, enderezamos el auto, nos fijamos un poquito que todo estuviera bien, lo probamos y anduvo. Pero desconfiábamos un poco y entonces hicimos todo el camino a 40 kilómetros por hora detrás de él hasta el desvío a Aluminé. Teníamos que acompañarlo y estar con él, porque además este muchacho estaba realmente triste. Y bueno, un día mandó un cuadro con un agradecimiento. Para él, ese modo nuestro de cuidarlo significó mucho. Esa ayuda en ese momento y en esa situación fue importante para él.
Esto es, de alguna manera, lo que ustedes simbolizan.
Sí, pero más cuando se trata de otro bombero. Una de las cosas que más se inculca acá es el cuidado de la vida de tu compañero. Porque a su vez tu compañero te está cuidando a vos. Esto es parte del entrenamiento. Nunca hay un bombero solo en ningún lado.
Hablemos de pequeñeces. ¿Qué otras cosas hacen por la comunicad? Yo misma los llamé una vez para que me rescataran a un gatito recién nacido atrapado debajo del zócalo de mi placard.
Me acuerdo (risas). Hay gente que se olvida las llaves y nos pide que entremos por la ventana. Una vez rescatamos un chimango que se había caído dentro de una chimenea. En general los pedidos más insólitos tienen que ver con la altura. Es muy habitual que nos pidan que bajemos gatos de los árboles. Una que me pasó: un gato estaba treinta metros arriba de un pino y no se imaginan lo que tuvimos que pelear para bajarlo. Cuando finalmente lo bajamos se lo fuimos a devolver a la vecina que había hecho el llamado. Entonces nos dijo: no es mío. ¿Cómo que no? ¿Y de quién es? Y nos respondió: ah, no sé, pero los llamé porque hace dos días que no me dejaba dormir. Yo casi la mato (risas).
Finalmente, ¿cómo es la responsabilidad de tener tanta gente a cargo?
Es lo que te desvela. Es lo más importante. Yo estaba durmiendo en mi casa y tengo que volver después de haber cumplido con mi misión. Los chicos también.
Gracias a la voz de los andes.
Fuente: http://www.lavozdelosandes.com/nota.php?sec=48&id=445
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