PALABRAS DEL JEFE JUAN PABLO QUIRINALI.mp3
Por una vida, nos quemamos... los muebles se reponen”
Tiene 69 años y los valores frescos como el primer día. Alejandro Daniel Domínguez dio sus primeros pasos como bombero voluntario en el cuartel de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, hace un tendal de años.
“Hay cosas que uno quiere hacer desde chico y las logra cumpliendo un sueño. Yo descubrí que el dolor no respeta a nadie y que hay que darle batalla”, dice emocionado Cacho, como lo conocen todos en el barrio. Cuando habla del cuartel y de los progresos que se fueron dando en el edificio se le ilumina la cara, pero nada le confunde las prioridades: “Primero están los elementos de lucha y después las comodidades”, sentencia.
Y así fue su vida. Sus seis hijos, cuatro mujeres y dos varones, y su esposa, Silvia Catalina Oviedo (“fiel compañera y luchadora” según las palabras de su marido), siempre supieron que en breves minutos Cacho podía abandonar la cena o el encuentro familiar para resolver problemas urgentes de los vecinos del pueblo. “Ellos siempre supieron esperar y ponerse en segundo lugar cuando había que socorrer a alguien o evitar que un incendio le robe a un vecino todo lo que había construido a lo largo de su vida”, comenta.
Pero hubo un hecho que lo llenó de orgullo y todavía lo emociona. Este año, más precisamente el 2 de abril, al conmemorarse el día del Bombero Voluntario, se anunció la conformación de una Escuela de Cadetes para que chicos de 12 a 15 años puedan asistir regularmente a clases de instrucción sin tener un compromiso de permanencia. Pues bien: esta flamante escuela llevará su nombre en reconocimiento y homenaje a su tarea, porque bajo su conducción se logró la mayor cantidad de aspirantes menores y cadetes.
Y eso no es todo: Cacho también recibió la Orden de Mérito del Consejo Nacional de Federaciones de Bomberos Voluntarios de la República Argentina.
Méritos no le faltaron nunca. Mientras estuvo a cargo de la institución, los veranos eran preparación física para él e instrucción para los cadetes y aspirantes. “Todo sirve para enseñarle a los chicos el respeto que merecen los vericuetos del río, las ramas escondidas o la tosca campana”, relata.
“A los aspirantes y cadetes jamás hay que arriesgarlos. Hay que llevarlos recién cuando todo ha sido solucionado por los grandes, para que aprendan pero sin riesgo alguno”, continúa.
En su casa siempre tuvo, por voluntad propia, un timbre paralelo al de la sirena de la municipalidad “para que el jefe nunca pueda argumentar que no escuchó el llamado o que la radio no funcionó bien”. La decisión lo pinta de cuerpo entero y describen su fortaleza, su solidaridad y su voluntad de servir en todo momento.
Los años y la experiencia no le menguaron las ganas. Cacho sigue teniendo un principio fundamental: “Si hay una vida adentro, nos quemamos, pero si no hay vida, los muebles y las cosas se reponen”. Palabras de Alejandro Daniel Domínguez.
Fecha de Publicacion : 22/12/2005
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