11 abril 2016
El pasado de 7 de abril, pudimos presenciar otra de esas muertes casi en directo que tanto abundan en las redes sociales. El inmueble delnúmero 58 de la calle Uria de Oviedo se venía bajo arrastrando a dos bomberos que trabajaban en su interior. Enumero alguno de los aspectos de la actuación que seguramente pasarán más desapercibidos, pero que me siento obligado a mencionar.
El primero es la dificultad que se vivió para encontrar un hidrante en la calle más importante de Oviedo. En pleno 2016, uno puede encontrar en su móvil tantas cosas... parece que la red de hidrantes dependía de una consulta no inmediata, ignoro el estado de revisión o su correcta planificación y supervisión. ¿Usted puede consultar dónde está el hidrante más cercano a su edificio y saber si ha sido revisado hace poco? Si la respuesta es ‘no’, que no le engañen, no hay nada complejo que lo impida.
El segundo, es nuestro actual sistema de prevención de incendios. Aplicamos normas coherentes, pero sólo a los edificios nuevos o reformados. Con casi exclusivo interés en aquellos que generan dinero, digámoslo claro. Los centros históricos generan pocos proyectos, la capacidad de exigencia sobre ellos es limitada e impopular, y acaban no despertando el interés del sector. El resultado es que permitimos grandes desigualdades. Edificios de madera con grandes problemas de acceso y cero sectorización de protección son contemporáneos a construcciones a años luz en medidas antiincendios.
Tercero, los datos de esta actuación, como la de cualquier otra, no deberían de ser una información que se pueda retener a voluntad. Todos podemos cometer errores y debemos aprender a convivir con ellos. Pero si los datos se pueden esconder, aún temporalmente, quiere decir que los errores también. Y cuando los errores se esconden, suele pasar que tampoco se solucionan. Las sociedades y organizaciones han de vivir y evolucionar protegidas, nunca infantilizadas.
Por último, mi mención a la profesión y sus retos actuales de gestión. En España hay 166 cuerpos de bomberos distintos. Apenas hay estadísticas conjuntas de nuestras actuaciones, tan siquiera el conteo de muertos en incendios. Tampoco, evaluación del impacto de nuestras actuaciones (qué nivel de daños potenciales logramos atajar) y desgraciadamente, aún menos contabilidad y análisis de nuestra accidentalidad. No hace falta uniformar ni reunificar nada, simplemente coordinar unos mínimos. La sociedad, los trabajadores y la propia actividad lo merecen y necesitan.
Quiero expresar mi más sentido respeto por el dolor de sus compañeros, amigos y familia, y mi empatía hacia el fallecido y el resto del equipo de intervención. Después de varias horas de una actuación seguro estresante, se vieron obligados además a realizar un rescate incierto de dos compañeros. Y eso después de presenciar un desplome violento de parte de la estructura donde les tocó de nuevo trabajar.
Deseo que el debate ayude a evitar un poco, si acaso en el futuro, el intenso dolor que estos días embarga a nuestro colectivo.
Fuente: http://www.elcomercio.es/oviedo/201604/11/edificio-colapsado-201604...
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