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El ecosistema necesita el fuego para la regeneración de bosques y montes, ya que aporta estrategias rebrotadoras y de germinación tras su paso. Sin embargo, actualmente, ha perdido este carácter para convertirse en una terrible amenaza, no solo para la biodiversidad sino también para la seguridad de la población.
En España, país de la Unión Europea más afectado, el nú- mero de incendios provocados por el ser humano supera el 96%. En este sentido, según la organización Greenpeace, la superfcie afectada por incendios forestales en 2013 superó las 18.000 ha; y en 2012, las 135.000 ha.
Entre los factores que infuyen en este incremento se incluyen diversos problemas como:
• La falta de prevención.
• El abandono rural y otras difcultades estructurales.
• La mayor frecuencia e intensidad de las olas de calor y el aumento de las temperaturas hace que los incendios sean más frecuentes y de mayor intensidad.
El incendio es el fuego que se extiende sin control y afecta a la vegetación que no estaba destinada a arder. Para que un fuego pueda considerarse incendio, es esencial la falta de control. Por eso, siempre que estén permitidos y controlados, no se consideran incendios; ejemplo de ello son las quemas de pastos o matorrales o el empleo del fuego para eliminación de residuos forestales.
En climas de tipo mediterráneo, es habitual que se produzca un periodo de sequía prolongado cuando las temperaturas medias son más altas. Durante este periodo, la vegetación se seca total o parcialmente, por lo que se convierte en altamente infamable. Por este motivo, cualquier fuego puede provocar un gran incendio forestal y devastar cientos o miles de hectáreas
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