Adiós a los coches eléctricos en Calpe: el regreso inesperado al motor convencional
No ha hecho falta una lluvia de verano ni una tormenta de esas que desordenan el peinado de los turistas alemanes en la playa. Bastó un nuevo incendio en un coche eléctrico oficial para que el Ayuntamiento de Calpe dijera "hasta aquí". Como quien devuelve un regalo incómodo tras la Navidad, la alcaldesa ha anunciado que abandonan la flota de vehículos eléctricos y vuelven al de toda la vida: gasolina, diésel, y si se tercia, un poco de hidrógeno verde, que ahora queda muy bien en los titulares.
La chispa que encendió la decisión: un incendio municipal más
El pasado mes de abril, mientras media población de la Costa Blanca saboreaba un arroz con carabineros, un coche eléctrico del Ayuntamiento de Calpe ardía sin previo aviso mientras se cargaba en la vía pública. No era la primera vez, y posiblemente no será la última, que un vehíc*** de este tipo termina envuelto en llamas. Pero sí ha sido la gota que ha colmado el depósito.
La imagen de las llamas, captada por varios móviles, dio la vuelta a la localidad y prendió también una decisión institucional: “Esto no puede seguir así”, habría dicho la regidora. A partir de ahora, los coches municipales volverán a moverse con motores de combustión. Ni apps sofisticadas, ni autonomía de ciencia ficción, ni sensores ultrasónicos que saludan al pasar. Lo que tendrá cada vehíc*** será, eso sí, su correspondiente extintor de incendio a bordo. Faltaría más.
El miedo a las baterías de litio no es paranoia, es prevención
No es solo que se incendien, que ya es suficientemente preocupante. Es que cuando lo hacen, las baterías de litio desatan un infierno químico difícil de extinguir. Requieren técnicas específicas, materiales adecuados y, en muchos casos, un protocolo de seguridad que no está al alcance de cualquiera. En el caso del coche municipal calpino, no bastó con los cubos de arena ni con las mangueras improvisadas de los vecinos: hubo que recurrir a personal especializado.
Por eso, cada vez más profesionales recomiendan llevar un extintor para baterías de litio, especialmente en vehículos eléctricos. No es una medida opcional; es una necesidad real. Y en muchas instalaciones privadas, directamente se ha prohibido su entrada. Los garajes de comunidades, centros comerciales o naves industriales comienzan a restringir el acceso de estos vehículos por riesgo de incendio, lo que complica aún más su uso cotidiano.
Calpe toma una decisión que resuena en toda España
La decisión del consistorio alicantino no ha pasado desapercibida. En plena transición energética, donde Europa pone la vista en 2035 como el año del fin del motor térmico, que una localidad anuncie públicamente su vuelta al motor convencional suena casi a rebeldía climática. Pero si atendemos a los argumentos, no estamos ante una regresión, sino ante una estrategia de seguridad y fiabilidad operativa.
La alcaldesa ha explicado en la Cadena Ser que no pueden permitirse más sustos, ni más gastos imprevistos en seguros, reparaciones ni estudios técnicos. “Volvemos a lo que funciona: gasolina, diésel o incluso hidrógeno verde, si llega el caso. Pero sin más coches que ardan en plena calle”, sentenció con firmeza.
Un contexto nacional que no ayuda al coche eléctrico
Esta medida no surge en el vacío. La realidad del coche eléctrico en España es compleja. Pese a los incentivos gubernamentales, el precio de estos vehículos sigue siendo inalcanzable para muchas familias. La infraestructura de carga, aunque en expansión, aún está lejos de lo que sería deseable. Y los problemas derivados de las baterías —desde su vida útil hasta su peligrosidad en caso de accidente— no se resuelven con propaganda verde.
El mercado de segunda mano sigue dominado por vehículos convencionales, y muchos usuarios prefieren un coche de gasolina de 2015 a un eléctrico nuevo con una autonomía incierta y un coste de reparación prohibitivo. En este contexto, la decisión de Calpe puede leerse no como una anécdota aislada, sino como el reflejo de un sentir general que gana fuerza.
El vehíc*** eléctrico: una promesa con muchas condiciones
El coche eléctrico prometía ser el caballo blanco de la nueva movilidad urbana. Silencioso, limpio, sin emisiones. Pero en la práctica, la promesa ha venido con letra pequeña: restricciones de acceso, incompatibilidades en puntos de carga, riesgos de incendio, y una cadena de suministro aún dependiente de materias primas difíciles de obtener.
Y no olvidemos el coste. Entre el precio del vehíc***, la instalación de un cargador en casa y las posibles reparaciones, muchos ciudadanos acaban por optar por lo conocido. Como diría cualquier abuelo sabio: "Más vale coche viejo que humo nuevo".
¿Y ahora qué? ¿Marcará Calpe el camino del retroceso?
No es probable que esta decisión marque una tendencia nacional, al menos a corto plazo. Pero sí puede ser una llamada de atención a las instituciones y fabricantes. El futuro del coche eléctrico debe ir acompañado de medidas reales de seguridad, mantenimiento asequible y autonomía garantizada. De lo contrario, el camino hacia la electrificación se parecerá más a una cuesta arriba sin final.