El día en que la ciudad más los necesitó, los bomberos de Armenia tuvieron que ocuparse de rescatar a sus propios muertos.
A la 1:19, hora en que ocurrió el terremoto, el efectivo Hernando Chacón estaba en una oficina de la esquina del Cuerpo de Bomberos de Armenia cuando sintió el temblor. Se santiguó, salió a la calle y echó a correr a la otra esquina. Cuando pisó el andén vio cómo la casa detrás de él se derrumbaba y con un salto aterrizó en la otra calzada.
En esos mismos instantes los bomberos Pulgarín y Martínez se tiraron desde las ventanas superiores de la estación.
Ese evento casi suicida, paradójicamente, les salvó la vida, pues aunque sufrieron múltiples fracturas, quedaron en la zona superficial de los escombros, por lo que pudieron ser rescatados antes de una hora.
Otro de los rescatados fue el bombero Rubén Darío Amaya, quien a esa hora se comía el almuerzo que le llevó su esposa.
Ella murió junto con la aseadora Rosemary Gallego, un niño sin identificar y los bomberos Jesús Hernando Gómez Agudelo, Edison Gámez, Jairo Hernández, Fabio Hoyos y Jesús Benjamín Guerrero.
Ayer a las 7 de la mañana no habían encontrado a ninguno de ellos, pero sabían que estaban sepultados. Quienes sí pudieron ser rescatados con vida fueron los bomberos John Jairo Pusquin y John Jairo Bautista.
El bombero Francisco Montaña estaba descansando en una finca de las afueras de Armenia cuando ocurrió el temblor. Demoró una hora en llegar a la calle 21 con carrera 23, la dirección de la estación, de la que no encontró nada. Solo a sus compañeros intentando rescatar a sus muertos.
Se suponía que nosotros estábamos para ayudar a los demás, pero hoy apenas si podemos auto rescatarnos , afirmó Montaña.
Empezamos a trabajar con las manos y con la ayuda de los policías que quedaron vivos . Agregó.
De las 14 máquinas que había adentro apenas quedó una ambulancia en pie y de inmediato empezó a trasladar heridos a los principales hospitales. Incluso una escalera de mil millones de pesos adquirida hace menos de un año quedó aplastada por las planchas de concreto.
Lo peor es que la estación del sur, conformada por voluntarios, y que servía como apoyo en las emergencias, también resultó seriamente afectada. Solo los cuerpos de bomberos de otros pueblos quindianos y del norte del Valle pudieron darles una mano a los damnificados.
Por ahora Chacón y Montaña esperan ayuda externa para reconstruir la estación, de la que, literalmente, solo quedaron unos grandes libros rojos donde se consignaban los turnos y los siniestros atendidos. En unos días abrá que inscribir cinco nombres en ellos: los de los bomberos que murieron esa triste tarde del lunes.
Publicación
eltiempo.com
Sección
Información general
Fecha de publicación
27 de enero de 1999
Autor
Por José Luis Novoa Enviado especial de EL TIEMPO