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Autor: Manuel Alonso Herrerías
Escuela Politécnica Superior de Alcoi
Grado en Ingeniería Química
Curso 2014-2015
En los cuerpos de bomberos existe actualmente una polémica real sobre la valoración del caudal de agua necesario para la extinción de incendios de interior. La definición de dicho caudal así como el modo de trabajo que permita obtenerlo, es materia de debate. Existe un consenso en algunos aspectos fundamentales: debe ser un caudal manejable y suficiente para realizar una extinción segura y eficaz. A partir de este punto de encuentro común, la polémica está servida. Existe un caudal máximo manejable por una pareja de bomberos. Existe un caudal mínimo necesario para extinguir un incendio concreto. Existen dos posibles modos de operar una bomba centrífuga de extinción: alta presión y baja presión. Existen diferentes tipos de mangueras para transportar el agente extintor, en este caso el agua, desde la autobomba hasta el incendio. Definir ese caudal ideal que permita extinguir un incendio de interior con eficacia y seguridad es la clave para resolver el debate.
Este estudio, a través de una revisión de líneas de investigación y trabajos realizados por diferentes organismos, asigna un valor numérico a ese caudal ideal. Por otra parte, para la redacción de este trabajo, se han realizado pruebas reales específicas en las que se ha estudiado hasta qué punto, con los materiales y equipos disponibles actualmente, es posible aproximarse a lo que se ha dado en llamar caudal ideal.
De los resultados de este estudio puede concluirse que, si se quiere disponer o al menos aproximarnos a ese caudal ideal, manejable, que ofrezca la máxima eficacia y seguridad en caso de producirse una situación de emergencia grave, es necesario utilizar líneas de ataque y seguridad de al menos 38 mm, operando la autobomba en modo baja presión
DESARROLLO DE INCENDIOS EN RECINTOS CERRADOS
Cuatro son los elementos que han de coincidir en el espacio y en el tiempo para que pueda desarrollarse un incendio: combustible, comburente, energía de activación y reacción en cadena.
Inicialmente el combustible, en presencia del comburente, necesita una energía de activación que le haga alcanzar unas condiciones en las que pueda arder. Para que la reacción continúe, se necesita energía suficiente para provocar la reacción en cadena. Esta energía se obtiene de la propia combustión.
Para que un incendio se desarrolle y llegue a ser algo más que un simple conato es necesario que el calor generado en el punto de inicio, se transmita hacia otro material combustible próximo de forma que haga aumentar su temperatura hasta que esté en disposición de arder. De esta manera, siempre que haya comburente suficiente, en nuestro caso el oxígeno del aire, el incendio progresará hasta el agotamiento del combustible. En la primera etapa de un incendio, el calor aumenta y genera una pluma de gases calientes (cojín de gases del incendio). Si el incendio transcurre en un espacio abierto (en el exterior o en un gran edificio), el cojín aumenta sin ningún impedimento, y se alimenta de aire a medida que crece. Precisamente porque este aire aportado a la pluma está más frío que los gases del incendio, esta acción tiene un efecto refrigerante en los gases generados por el fuego. La propagación del incendio en un área abierta se debe en origen a la energía calorífica que se transmite desde el cojín a los combustibles cercanos. La propagación del incendio en exteriores puede aumentar por la acción del viento y la inclinación del terreno que facilita el precalentamiento de los combustibles por exposición.
El desarrollo de incendios en recintos cerrados es mucho más complejo que los declarados en espacios abiertos. Consideraremos como recinto cerrado a una habitación o espacio cerrado en el interior de un edificio. Se define como incendio de interior al incendio que transcurre en un espacio como el definido. El crecimiento y desarrollo de un incendio de interior está habitualmente controlado por la disponibilidad de combustible y de comburente, normalmente el oxígeno del aire.