“Puedo decir que fue una misión cumplida y que se hizo de manera profesional”.
L.O. tiene 28 años de servicio en el ERUM, actualmente desempeña la función de rescatista, jefe de rescate en su turno, y es parte del grupo USAR. El 19S fue el encargado del Puesto del Comando en el escenario que le asignaron para el macrosimulacro, con dos células a su mando, y coordinando también a células de la Policía Metropolitana y de personal de Protección Civil de la Ciudad de México. Es un hombre formal, correcto, hijo de bombero y apasionado de la química y los materiales peligrosos.
Regresaba del simulacro a su base, a la Reunión Posterior al Incidente, guardar el equipo utilizado, reportar las novedades y comer con todos sus compañeros reunidos en un solo turno, cuando empezó a temblar. Aunque en el ERUM tienen una terminal de la alerta sísmica, por la zona del epicentro sonó hasta unos segundos después; eso, aunado a que nadie hubiera creído que temblaría en la misma fecha, los tomó totalmente por sorpresa. Trató de dirigirse al punto de reunión, pero caminar era complicado porque el movimiento era muy fuerte; él y varios de sus compañeros tenían que apoyarse de las unidades estacionadas, para no caer y seguir caminando. Al mismo tiempo se escuchaba a la gente gritar que un edificio se iba a caer, el personal administrativo lloraba, y todos trataban de comunicarse a casa en medio de la sicosis.
Ua vez que el movimiento se detuvo, se dispuso, con algunos compañeros, a revisar las instalaciones, el personal, levantar los equipos caídos y, con los radios prácticamente en silencio, se dirigió a patrullar la ciudad, con las mismas células con las que había trabajado horas antes. Iba saliendo de la base cuando empezó a escuchar transmisiones de compañeros que estaban frente a edificios colapsados, especialmente el del Rébsamen y, sin pensarlo, le dio prioridad a la escuela. Tlalpan era un estacionamiento, desde el centro hasta Taxqueña, no se podía avanzar ni siquiera con la sirena abierta.
Cuando llegó al colegio, se dividieron y empezaron a trabajar y, durante todo ese día, lograron rescatar algunas personas con vida y también recuperar cuerpos. Por la noche le mandaron relevos y se fue a descansar a su base, con la tranquilidad de que había podido comunicarse con su familia, a diferencia de algunos de sus compañeros, que no lo habían logrado, y se les veía con los ojos llorosos y la cara llena de angustia.
A la mañana siguiente fue a relevar al personal del derrumbe de las costureras, y se enfocó a hacer los rastreos con el equipo electrónico de localización, del que es experto. En ese día empezaba a llegar la ayuda de grupos nacionales y locales, y los perros de búsqueda, que ayudaban a tener una operación mucho mayor. Llegó a AO el cuarto día después del 19S, cuando el resto de los derrumbes iban terminado la búsqueda, y todo el mundo centraba sus ojos en el 286; se presentó al Puesto de Comando y ayudó a establecer la estructura organizacional más compleja y funcional, como debió ser en el resto de los edificios.
La recuperación de los cuerpos de los niños lo marcó de manera especial porque era inevitable pensar en sus hijos e imaginar a los padres de los niños muertos. Algunos de sus compañeros lloraban en los rescates del Rébsamen y L.O. los alentaba a sacar esos sentimientos; apenas era el primer día, la tragedia iba empezando y no podían cargar con sentimientos que nos los dejaran trabajar o incluso ponerlos en riesgo.
Las emociones eran una eterna montaña rusa y pasaba por todos los estados de ánimo cada día. En una de sus entradas a los huecos del 286, recuperando pertenencias como se hacía en todos los casos, en una oficina vacía abrió una carpeta y se encontró una tarjeta de presentación con su nombre; un homónimo lo dejó pensando en si esa persona había muerto en ese lugar, si había alcanzado a salir, o solo había enviado los documentos. A veces tenía que alejarse y, en lo privado, poder sacar todo aquello que se vivía y se veía en AO.
Los primeros días no quería volver a su casa porque le tomaría mucho tiempo para desplazarse; tiempo valioso para seguir trabajando y también para descansar. Siempre estaba en comunicación con ellos pero era muy cuidadoso de lo que les mencionaba; no quería hablar de nada que les causara miedo o preocupación por él aunque, siendo hijo de un bombero con más de 40 años de servicio, todos en su familia sabían bien los riesgos que se corren y los peligros que se presentan. Ellos siempre lo apoyaron y L.O. lo agradece inmensamente porque sabe que la familia también es parte primordial de poder realizar bien su trabajo, sabiendo en en casa alguien lo espera.
Una vez afuera, él y sus compañeros tuvieron mucho apoyo del ERUM para la rehabilitación física y también emocional; podían pasar por un masaje con los fisioterapeutas, o darse una vuelta con el psicólogo, a sobar su alma. Quince días después, seguía teniendo pesadillas y flashbacks, especialmente con los niños del Rébsamen, pero tomó sus 5 sesiones de rigor y con eso terminó de canalizar lo necesario para su salud mental, aunque eso no evita que, cuando escucha la alerta sísmica, se sobresalte y su mente vuelva a esos días que nadie quiere recordar.
FUENTE: https://19almas.wordpress.com/2020/09/19/3-14-l-o/amp/?__twitter_im...