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Venga, vamos a ver. Que alguien me explique, como si yo tuviera cinco años, por qué demonios un edificio construido antes de 1996 es inmune al fuego. Porque, según la normativa vigente, concretamente la Norma Básica de Edificación NBE-CPI-96 y el posterior Real Decreto 513/2017 sobre instalaciones de protección contra incendios, si el bloque de viviendas en el que usted reside fue levantado antes de esa fecha, no tiene la obligación de contar con extintores en sus zonas comunes. Vamos, que el fuego, que como todo el mundo sabe es un caballero con modales, respeta la antigüedad del inmueble y decide no prender en los muros con más solera.
No, hombre, no. Esto es de aurora boreal. A ver si nos aclaramos: el fuego no tiene memoria histórica, no distingue entre ladrillos de los 80 y ladrillos del siglo XXI. Y ustedes, que cada día se juegan el pellejo entrando en edificios en llamas, lo saben mejor que nadie. Si arde, arde. Y la única diferencia entre que un edificio tenga un extintor o no es la posibilidad de sofocar un conato de incendio antes de que se convierta en tragedia. Pero, claro, aquí prima la burocracia absurda. Que si el reglamento tal, que si la disposición cual, que si la normativa del año en que España ganó Eurovisión con "Vivo Cantando". Todo son papeles, todo son excusas, pero la realidad es que hay miles de comunidades de vecinos en este país que, por culpa de una laguna legislativa incomprensible, están expuestas al desastre sin una mísera botella roja de espuma o polvo químico que echarle al fuego.
¿Y si mañana un cortocircuito prende en un rellano de un edificio del 94? ¿Qué hacemos? ¿Llamamos a la máquina del tiempo para que actualice la normativa en retrospectiva? Porque lo que no tiene ni pies ni cabeza es que en dos edificios idénticos, con la única diferencia de que uno se construyó en el 95 y el otro en el 97, uno tenga que estar protegido y el otro no. Vamos, que si su comunidad es de las "viejunas", a rezar y a encomendarse a la Virgen del Carmen si salta una chispa.
Esto es lo de siempre: normas diseñadas con el excel en una mano y el puro en la otra, sin pensar en la realidad del ciudadano. Ustedes, los bomberos, lo ven todos los días: incendios evitables que se convierten en tragedias porque las medidas de seguridad no están donde deberían estar. ¿Cuánto cuesta un extintor? ¿Cuánto cuesta una vida? Es más, ¿cuánto cuesta reconstruir un edificio entero si la cosa se va de madre? Pero, nada, sigamos con la tontería. Sigamos creyendo que el fuego tiene ética y que distingue entre lo "nuevo" y lo "viejo". Y cuando nos llevemos un disgusto, entonces sí, entonces vendrán las reformas, los debates de urgencia, los expertos en incendios en las tertulias y los políticos poniéndose la chaqueta de bombero. Pero mientras tanto, aquí seguimos, con una norma tan absurda que da hasta coraje escribir sobre ella.