En el incendio de Campanar fallecieron diez personas, tres de ellas, menores de edad (dos hermanos de dos años y ocho días y una adolescente de 14), pero pudieron ser al menos dos más: los bomberos que se quedaron atrapados en la octava planta mientras trataban inútilmente de extinguir el fuego en la vivienda de la puerta 86, ajenos, porque nadie se lo advirtió, de que en el exterior las llamaradas alimentadas por el polietileno del revestimiento, disgregado en millones de gotas de fuego, llevaban casi una hora consumiendo el complejo residencial entero, con sus dos torres de 14 y 9 plantas, hasta convertirlo en una gigantesca tea por fuera y en una ratonera mortal por dentro.

Escuchar en primera persona a uno de esos zapadores, J. J. L., durante su comparecencia en el Juzgado de Instrucción 9 de València, encargado de dilucidar si esas muertes lo fueron por negligencia, no dejó indiferentes a ninguno de los operadores jurídicos: ni al juez, ni al fiscal ni a los abogados de las acusaciones particulares que representan a las familias, los penalistas Ignacio Grau, Miguel Ferrer y Manolo Mata. El testigo, que fue quien revisó el piso de esa familia de cuatro miembros fallecida -Ramón, ...- y quien les aconsejó que se quedaran en su baño, libre de humos en ese momento, porque era lo más seguro con la información de la que disponía, estuvo a unos minutos de seguir el mismo camino.
"Ya había llamas en el pasillo"
Una vez que salió de la vivienda de esa familia, a quien mantuvo confinada porque nadie informaba a los bomberos intervinientes de que el incendio estaba consumiendo el colosal edificio de fuera a dentro, algo absolutamente inaudito, J. J. L. se dirigió al lugar donde estaba el puesto de mando, en el descansillo, entre la séptima y la octava planta. Ahí, volvió a comunicar al cabo bajo cuyas órdenes actuaba y al sargento que había dejado a la familia asegurada "en un cuarto libre de humos". Como había hecho instantes antes a través de la emisora. Y volvió a decirles el número de la puerta donde estaban.
Después, cumpliendo órdenes del cabo, él y su binomio (el compañero con quien siempre forma equipo) se dirigieron a la vivienda de la puerta 86 para relevar a sus dos compañeros del parque del Oeste que llevaban arrojando agua al interior del piso desde el inicio. Subieron el tramo de escalera hasta la octava planta y giraron el corredor hacia la izquierda: la puerta 86 era la última, al fondo. "En ese pasillo ya había llamas, ya era un pasillo peligroso, había temperatura, que es la que yo había notado anteriormente [durante la exploración del ala derecha, donde estaba confinada la familia de Ramón y Marta]. Realizamos las tareas normales de extinción. Hasta ese momento, no noto nada extraño. Vamos extinguiendo con cierta normalidad. Nos cuesta lo de siempre, un trabajo normal. Vamos entrando, vamos avanzando, vamos avanzando, vamos avanzando... Y en un momento dado, cuando ya estábamos dentro de la vivienda incendiada, aparece el cabo M. a mi lado y me dice que tengo que salir fuera, a la escalera. Le pregunto: '¿Ahora?'", rememora emulando el mismo tono extrañado que debió sentir en aquel instante. Y lo explica: "Es un momento delicado, cuando estás extinguiendo un incendio. Le digo: '¿Ahora mismo?' Y él responde: 'Sí. B., el sargento, te busca'. Salgo a la escalera, y allí no hay nadie. En ese momento no hay nadie".
"No comprendo qué está pasando: me quemo"
El relato se vuelve cada vez más angustioso. "Empiezo a notar calor, calor, a ver llamas subir desde abajo. Humo. No comprendo lo que pasa. Empiezo a notar la sensación de que me estoy quemando, me quemo. Y entonces aparecen dos figuras en el piso. Entiendo que serían mis compañeros, el cabo y mi binomio. Corriendo. Veo gente aparecer arriba corriendo y bajamos a la escapada porque no entendíamos qué pasaba. En esos casos, siempre suele ser un problema de incendio hacia arriba, pero no del incendio para abajo. No entendíamos qué pasaba. Bajamos huyendo de esa temperatura insoportable, insoportable, corriendo, corriendo, corriendo, buscando la salida, una mejoría, lo que fuera...". Pero él se descolgó del grupo.
"Llega un momento en que no soporto la temperatura, creo que empiezo a sentir problemas físicos, creo que me voy a desmayar. Tuve unas sensaciones muy feas, como de un golpe de calor, que es algo común entre nosotros en un incendio. Bajo varios pisos, no sé cuántos, y decido refugiarme en un rellano. Está todo lleno de humo, mucho humo negro, opacidad total. Y me refugio ahí, a esperar a ver si los acontecimientos mejoraban". Sin apenas una pausa, continúa el relato ante el juez.

Personal del SAMU atiende a dos de los bomberos de València heridos e intoxicados en el incendio de Campanar. / / Fernando Bustamante
"Me tomo unos segundos para ver qué está pasando, porque no entendía nada. Como el fuego subía desde abajo, intento volver a subir por la escalera y veo que es llama viva, altas temperaturas, lo que nosotros llamamos un soplete de mil grados. Entonces me decido a buscar otra alternativa por el pasillo para refugiarme, porque si sacaba la mano, me la cortaba. Era mucha intensidad. Miro a ver si hay alguna puerta de vivienda abierta, voy tocando puertas, voy a ver si algún vecino me abre y me puedo esconder. No entendía bien lo que pasaba y eran decisiones en segundos. Informo por emisora de que me quedo atrapado, desconozco la planta, pero les digo la puerta de la vivienda donde yo me he quedado y doy esa referencia. Ahí me paso unos minutos intentando salir por la escalera, veo que es imposible e intento más puertas. Veo que es imposible. Entonces, en mi pasillo empiezan a incendiarse los gases del techo. Parece ser que gases no incendiados de las viviendas se estaban filtrando al pasillo de distribución y empiezan a arder. Vuelvo a la escalera otra vez. No se puede. Intento más viviendas e intento tirar puertas abajo a patadas, intentando salir al aire libre, salir a algún sitio, porque ya empiezo a comprender que ahí no tengo salida y que algo pasa. Nunca había vivido esa situación tan angustiosa Vuelvo a informar de dónde estoy. Intento salir por la escalera, no puedo. Decido intentar bajar por el hueco del ascensor. Pienso que igual si me tiro por los cables, puedo huir del incendio. Buscaba mi supervivencia. Y sigo en ese error constantemente: informar, intentar salir por la escalera, tirar puertas...".
Se quedó sin aire en la botella
La angustia se transforma en terror. "No entendía por qué aparecía fuego por todos los lados. Una voracidad brutal, ruidos de fuego circulando a alta velocidad. Soy bombero y sé qué supone eso. Ahí pasaba algo muy grave, pero no lo entendía, era algo que sobrepasaba totalmente mi pensamiento, no me lo podía explicar; no sabía por qué el fuego venía de abajo, no sabía cómo iba tan rápido, no sabía cómo el pasillo se estaba incendiando, ni por qué el pasillo de distribución estaba ardiendo, si bajaba, había llamas, si subía, también... No se podía explicar con ninguna experiencia que yo hubiera tenido, ni que hubiera visto, ni vivido".
Llegado a ese punto, es consciente de su destino. "No lo consigo, no consigo nada, y finalmente me quedo sin aire en mi botella de respiración. Entonces, me quito la máscara y me tumbo en el suelo a morir. Ya no tenía nada que hacer. Ya había comprendido que estaba atrapado y que aquello era algo que no comprendía, no sabía qué estaba pasando. Había fuego hasta en el hueco del ascensor. Claro, luego entendí que el ascensor no era hueco como tal, que daba a la cristalera del lado de la rotonda".
Y así, tumbado en el suelo, esperando una muerte que creía inevitable, pasó un tiempo que no es capaz de cuantificar. Entonces, "oigo un grito, un grito". Y lo repite varias veces. Lo rememora con la misma incredulidad. "Me doy cuenta de que viene de en mitad del pasillo. Entonces entiendo que es alguien que ha venido a rescatarme. No lo entiendo bien. Me levanto y con las energías que puedo, acudo allí, me cogen y me bajan a la calle. Ya no recuerdo nada. Estaba intoxicado, desfallecido. No recuerdo. No recuerdo nada de cómo me bajaron, ni cómo fue, cómo estaba la escalera. El siguiente recuerdo es estar en la acera, tirado en el suelo, con los del SAMU poniéndome cosas. Y recuerdo ver el edificio. No me creía lo que estaba viendo. El edificio entero estaba en llamas".
Casi una hora en el edificio
Lo que explica el testigo durante su comparecencia ante el juez de este martes, adelantada en excusiva por Levante-EMV este jueves, coincide con lo que los mandos de Bomberos de València describieron en su día como "el colapso de la escalera protegida". Fue, más o menos, a las 18.20 y precipitó la salida de los ocho bomberos que intervenían en la emergencia dentro del edificio. Pero, en realidad, no hubo colapso. Fue una explosión de calor y humo que coincide en el tiempo con la expansión por la fachada posterior del incendio de la primera torre, la de 14 alturas, a la más baja, de 9 plantas. Ese hecho, avivado por el viento y alimentado vorazmente por ese plástico incendiado e incendiario que salía proyectado del interior de las planchas de aluminio que revestían todo el inmueble por su parte exterior, provocó que las llamas penetraran en el interior, a través de ventanas y balcones, y que llegara hasta la única escalera del complejo, común para ambas torres.
Fue explosivo y muy peligroso, pero en apenas media hora, la escalera volvió a estar practicable. Lo han admitido todos los mandos de bomberos que han pasado por el juzgado. Sin embargo, ya nadie pensó en rescatar a las diez personas que continuaban atrapadas en seis viviendas, cinco de la torre baja y una, de la alta. La pregunta que se hacen los familiares es por qué nadie pensó en rescatarlos, ni antes, ni después de ese fenómeno explosivo, que tardó casi una hora en producirse desde el inicio del siniestro, que se estima a las 17.20 horas.
Aunque todos los bomberos mantienen que no saben a qué hora sucedió cada hito, porque no estaban pendientes del reloj, hay una prueba irrefutable: el tiempo que dura una bombona de las que les procuran oxígeno. J. J. L., que había entrado en el edificio alrededor de las 17.50 horas (su camión llegó a las 17.44 y tuvo que recorrer andando la parte trasera del complejo hasta llegar al portal) relató cómo se quedó sin aire y estuvo a punto de morir. Según explicó, cada bombona "dura de 30 a 40 minutos, depende de cuánto consumas". En su caso, recuerda que se quitó al menos en tres ocasiones y durante varios minutos la máscara. "Entonces, ¿igual usted se tiró 40 o 50 minutos dentro?", le preguntó Mata. El testigo se queda en un "no lo sé". Difícil recordar los tiempo tras una experiencia así de traumática.
FUENTE: https://www.elperiodicoextremadura.com/sucesos/2025/03/14/quede-atr...