Seis huéspedes del hostal San Martín dormían en sus habitaciones mientras el edificio contiguo, el centenario Giacoletti, comenzaba a arder. Era la madrugada del sábado 27 de octubre en la plaza San Martín.
Los primeros cinco bomberos que acudieron estaban a menos de cien metros, en la Salvadora Lima 10. Antes de conectar sus mangueras, ellos irrumpieron en el hospedaje para rescatar a las personas. Un denso humo negro ya se había colado en el local.
El rescate duró unos diez minutos, tiempo suficiente para que las llamas envolvieran el tercer piso. Cuando esos primeros cinco bomberos empezaron a lanzar agua, el incendio ya era prácticamente incontrolable.
Incendios como este –que ocurren en pisos superiores– requieren combatir el fuego desde arriba, con escalas telescópicas. La Salvadora Lima 10 tiene una de estas máquinas. La compró el gobierno de Ollanta Humala a fines del 2015. Cinco meses después, se averió una de sus patas estabilizadoras por una mala maniobra. Hasta hoy sigue inoperativa.
“Con la escala telescópica hubiésemos controlado mejor el incendio, pero incluso teniéndola operativa habríamos tenido otro gran problema: la falta de agua y presión”, cuenta el comandante de bomberos Nino Asencios, jefe de la Salvadora Lima 10. Él estuvo ese sábado en la emergencia.
En esa primera hora de combate, los bomberos lanzaban chorros que no alcanzaban el tercer piso, donde ardían las llamas. La primera escala (de la compañía de San Miguel) llegó 35 minutos después de iniciado el fuego. Por falta de presión en los hidrantes, esta máquina se quedó sin agua en menos de dos minutos. El incendio fue sofocado totalmente un día después: el domingo 28 de octubre al mediodía.
Patrimonio expuesto
¿Qué pasa si el incendio ocurre en el Archivo General de la Nación (AGN) o cerca de este? El desastre sería mayor. En este edificio, ubicado en el jirón Piura, junto a Palacio de Gobierno, se conserva una de las colecciones documentales más valoradas en el mundo.
Protocolo de los Conquistadores (El Comercio/Lino Chipana)
Se trata del Protocolo Ambulante de los Conquistadores o Libro Becerro (1533-1538). Es el primer testimonio escrito del proceso de instauración de instituciones económicas, políticas y culturales europeas en América Latina. Es un tesoro para el mundo. La Unesco lo calificó como parte de la Memoria del Mundo.
En el Centro de Lima, hay cuatro edificios más que contienen documentos de esta relevancia. Además, en este sector de la ciudad, según planos de la Municipalidad de Lima, existen otros 127 inmuebles con colecciones y bienes valiosos.
En el mismo inmueble donde funciona el AGN, hay dos restaurantes y una pollería con chimeneas. De hecho, hace cinco meses, hubo una fuga de gas que los bomberos controlaron a tiempo.
Por ser un pasaje estrecho, el acceso al agua es más difícil y hay menos espacio que en la plaza San Martín para maniobrar las autobombas y mangueras. “Pasaría lo mismo o sería peor de lo que ocurrió en el Giacoletti: no tenemos capacidad de respuesta”, se lamenta el comandante Asencios.
Un área inflamable
El Centro Histórico de Lima se ha prendido más de 120 veces en casi dos décadas (2001-2018). “La arquitectura patrimonial de la costa es altamente inflamable, por sus materiales. Está hecha de caña, madera, paja y adobe”, explica Luis Martín Bogdanovich, jefe de Prolima, entidad de la comuna metropolitana a cargo de la conservación del centro.
A las inflamables condiciones arquitectónicas del área patrimonial, Bogdanovich agrega la desprotección legal de los monumentos.
“El Estado, a través del Cenepred (Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo del Desastre) e Indeci (Instituto Nacional de Defensa Civil) deberían dictar protocolos de intervención específicos para las zonas monumentales. No porque lo digo yo, sino porque en 1981 el Perú se adhiere a la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la Unesco”, dijo esta semana en una entrevista para El Comercio.
Según Bogdanovich, bajo el paraguas de esta convención, el Perú debería tener, por ejemplo, protocolos de inspección especiales para los inmuebles que están en el área declarada Patrimonio de la Humanidad.
“No es posible que un inspector de Defensa Civil supervise una casona con los mismos criterios que inspecciona un local comercial en la zona moderna de la ciudad”, cuestiona el jefe de Prolima.
A sus críticas, Bogdanovich agrega que en enero de este año la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) aprobó un decreto supremo que exime la necesidad de una inspección técnica para obtener el certificado de Defensa Civil. En su lugar –explica– basta con una declaración jurada.
“¿Cuáles son las consecuencias de no hacer una inspección? No sabemos en qué condiciones de riesgo están los locales. Es una norma que impacta directamente en la protección del Centro Histórico”, comenta Bogdanovich.
Pollerías en el Centro de Lima
En los últimos dos años, la Municipalidad de Lima, con asesoramiento del Ministerio de Cultura y una misión internacional de la Unesco, ha diseñado el plan maestro del Centro Histórico de Lima, un documento de más de 4.000 páginas que incluye por primera vez un capítulo sobre prevención de desastres.
El viceministro de Patrimonio Cultural, Luis Felipe Villacorta, dice que este documento sienta las bases para la gestión del patrimonio y que su ministerio incentiva a que los privados inviertan en la recuperación de las casonas y edificios antiguos que se caen a pedazos.
Es necesario –según Alberto Martorell, director de Icomos Perú, órgano asesor de la Unesco en temas de patrimonio– que haya un plan para responder a las emergencias como la del Giacoletti.
“A los negocios como las pollerías que funcionan en casonas, cerca de algún monumento o en edificios que contienen importantes colecciones históricas se les debe exigir mayores mecanismos de seguridad contra incendios”, opina.
Esta semana, la Salvadora Lima 10 tenía apenas una de sus siete máquinas operativas. Y era una unidad de rescate usada para accidentes. Su única autobomba de agua, por lo menos hasta el jueves, estaba en un taller en reparación.
El comandante Asencios –de la Salvadora Lima 10– cuenta alarmado: “Nuestras máquinas están inoperativas y no tenemos gente. Hoy [jueves 8 de noviembre a las 10 de la mañana] solo hay tres bomberos y un chofer. Si ocurre un fuerte incendio, simplemente no podemos atenderlo. La situación de las otras dos compañías de bomberos del centro (France 3 y Roma 2) es casi la misma”.
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