Un cebo envenenado, una práctica muy extendida pero ilegal, apesta. A lo mejor una nariz humana no es consciente, pero un hocico canino sí. Un ganadero lanza carne con veneno al bosque intentando acabar con los depredadores por la vía rápida, y ésta acaba en el estómago del animal que no es, incluso en una especie amenazada. Eliminar el veneno de la cadena alimentaria es prioritario, y ¿qué mejor que enviar un perro entrenado a 'cazarlo'?
El 'plan de choque' que la Consejería de Medio Ambiente está implantando en la Sierra de Castril sienta precedente en Europa y cuenta con el apoyo de prestigiosas instituciones internacionales, como la Vulture Conservation Foundation (VCF) y la Black Vulture Conservation Foundation (BVCF), además del Programa Europeo de Especies Amenazadas (EEP). Más que integrar nuevas medidas –aunque el uso de perros entrenados lo es–, coordina las ya existentes para evitar que prácticas como esta perjudiquen a especies a amenazas y a la fauna andaluza en general.
El uso de perros es mucho más complejo de lo que parece. Además del adiestrador, al animal lo acompañan técnicos de Medio Ambiente que deberán retirar la pieza envenenada y del servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil para dar fe de la intervención. Aún más, el perro está entrenado para morder a cualquier que intente localizar la pieza que él identifica como envenenada –sea un cebo o un animal muerto– antes de que su adiestrador le dé la señal. Y no son canes novatos en eso de darle al olfato, la mayoría vienen de servir en controles antidroga.
El lugar no se ha escogido al azar. En 1988, la Sierra de Castril fue el último de los puntos en toda la Península en perder a los quebrantahuesos en libertad. Desde entonces, todo han sido programas de recuperación, y los cebos envenenados no tuvieron poco que ver en ello. Ahora es el punto en el que se retoma la campaña contra esta práctica ilegal, que afecta a toda la cadena alimentaria, no sólo a las especies en peligro, e, incluso, a la calidad del agua, ya que se corre el riesgo de que un animal envenenado acabe cayendo en un acuífero.
También, y lamentablemente, desde 2004 hasta la fecha se han detectado 12 casos de envenenamiento en Castril. Las últimas víctimas mortales del veneno fueron, el pasado mayo, dos ejemplares de quebrantahuesos liberados por el Programa de Reintroducción de la especie en Andalucía.
El proyecto está implicando grandes dosis de explicación entre los ganaderos, los más preocupados por que, una vez más, "paguen justos por pecadores". Los mismos castrileños lo explican: "Si encuentran un cebo, clausuran una zona entera de pasto. Sólo lo ha hecho una persona, pero todos nos quedamos con el ganado parado". Desde Medio Ambiente se detienen a aclarar: "No es castigo, es que no queda más remedio. Si los animales pastan en un suelo contaminado y se envenenan, ¿qué? Mejor controlar el daño".
Los responsables de la Fundación Gypaetus, que comanda la recuperación del carroñero en peligro, explican que los criaderos del quebrantahuesos se encuentran en la Sierra de Cazorla, y la granadina de Castril se considera zona de expansión, pero que realmente, "para los animales, no hay diferencias, las líneas de las provincias las ponemos nosotros".
También aclaran otro concepto: "Tenemos la idea de que el quebrantahuesos sólo come eso, huesos, pero también puede comer vísceras o, incluso, acercarse a un cebo de carne y comerse el veneno directamente".
De momento, las patrullas de perros cazadores de venenos ya están recorriendo los alrededores del río Castril y su sierra, protegiendo las mismas aguas, al quebrantahuesos, pero también a las temidas zorras y al mismo ganado de la zona. Una protección natural contra una práctica más perjudicial para el entorno que el problema que pretenden erradicar.
Nota: http://www.securitydogk9.blogspot.com/
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